viernes, 29 de junio de 2007

Guerra

Yo conozco a alguien que siempre tiene mejores anécdotas para contar que uno. Si viajaste hasta Chile, ella fue hasta Sudáfrica de safari. Si volás en primera clase, ella tiene un pariente (o un amigo con un pariente) que es piloto y la lleva hasta la cabina. Muy bien. Si vos conocés una pareja de jóvenes adorables, ella conoce a Philippe, un músico brillante, dotado, romántico, y a una china que se desvive de amor por él (diría el nombre de la china si me lo acordara; y es más, creo que ella cuando me lo contó, tampoco me lo supo decir). Si vos tenés un nieto que llora en algunas partes de un terrorífico cuento musical del simpático, artificial y extrañamente violáceo dinosaurio infantil "Barney", ella tiene uno vivísimo que lo llama "Bany". ¿Problemas con las cañerías? Ella conoce el mejor plomero de Buenos Aires. Si en algún comentario ocasional hablás de algo que tenés o conocés, y ella no lo tiene y no sabe de qué carajos estás hablando, es muy probable que tenga una buena razón para no tenerlo o no conocerlo. O no gustarle. Y no tiene problemas en decirlo. Y eso está muy bien. Pero no todas las veces, y ciertamente no con todo. O sí. A lo mejor eso esté bien y yo sea quisquilloso. En realidad, el asunto no es que ella comente, mencione, relate algo que conoce, algo que tiene o algo que hizo, sino que de eso construya una nueva conversación que sodomiza violentamente a cualquier otra que hable de otra cosa. Y el panorama se transforma, y tarde o temprano uno se despierta como de un sueño tremendamente soporífero y se pregunta cómo aparecieron Philippe y Mao Tse-Tsung en la conversación, y, la cuestión más importante, ¿quién carajos es Philippe, y quién puede llamar a alguien así y seguir viviendo acá?

Todas las conversaciones van a parar al mismo lugar y terminan de la misma manera.

"Creo que esta Navidad vamos a comer asado".

"¿Sí? en mi casa yo siempre preparo un pionono, pero no uno de esos que se compran en el supermercado, no, yo tengo una panadería en mi barrio que prepara unos piononos excelentes, y no son baratos, y los chicos siempre traen comida y la mesa está llena de comida y todos comemos y la pasamos bárbaro".

"El 212 de Carolina Herrera tiene un perfume riquísimo".

"¡Mi hijo usa ese perfume todos los días, todos los días, todos los días! Y trabaja en Puerto Madero".

"Hace calor".

"Una vez me fui a pasar unas vacaciones en casa de unos amigos que tengo en Brasil, ¡y el clima allá es terrible! En Río hace calor siempre, y mucha humedad, y en invierno hace la temperatura que hace acá en verano, y mi amiga tiene una empresa de limusinas y son todas Mercedes Benz y nos invitaron a una fiesta de fin de año y vimos a Maradona cómo se drogaba, pero esto fue hace mucho tiempo".

"A mí me operaron dos veces... pero era una boludez".

"Yo tenía dieciocho años, o diecisiete, y empecé con dolores de estómago, y me enfermé y estuve muy mal, y resultó que era una peritonitis, y me tuvieron que operar y casi me muero, y desde entonces no puedo comer un montón de cosas y tomé remedios por mucho tiempo y estuve muy mal y el médico dice que me salvé casi de milagro porque el intestino se había perforado y casi mi infecto y me muero de una septicemia, pero justo me lo agarraron a tiempo porque si no creo que me moría".

Claro que durante las primeras veces uno no sabe con quién está tratando en realidad, pero con el tiempo, los exabruptos anecdóticos que destruyen las conversaciones o las hacen girar en direcciones imprevisibles, se hacen notar y uno tantea las palabras propias y ajenas como si estuviera caminando sobre hielo delgado. Más tarde, uno ya no conversa tanto, por lo menos no con ella. Y al final, uno la evita y desaparece. Y esto se vuelve rutinario.

Testigo privilegiada de la historia argentina (ella dice que fue secretaria de un funcionario más o menos importante del ministerio de economía en los años de "guerra sucia", donde entendió de manera profunda y singular las ramificaciones de la burocracia y las intrigas del poder estando frente a frente con sus protagonistas), llegó flameando medallas de eficiencia laboral como uno de esos generales del ejército que (uno supone) a ella le habrían hecho temblar las rodillas. Pero, como para los generales condecorados, su tiempo había pasado. Aunque había peleado con bravura en las trincheras detrás de un escritorio, los días de batalla estaban lejos. Muy lejos. Y ahora sólo había un escuálido y desteñido traje de gala cargado de medallas.

Ella conocía gente importante. O más o menos importante. Pero lo suficiente como para tenderle una mano y sacarla del olvido hacia otras trincheras donde se peleaba una especie de guerra diferente, una más chica, limitada, aunque igualmente sangrienta. Ella no dijo que los generales no pelean en las trincheras. Y menos los generales retirados, que no van al frente de batalla tanto por su rango como por su edad. Sesenta y tantos años bastan para disuadir al más apto de los oficiales. Y aunque pelear en las trincheras era algo inevitable, la misión de la secretaria era otra: espionaje. Y tenía sentido. Dos fuerzas dentro de la pequeña empresa tiraban hacia fuera en direcciones opuestas, amenazando con desgarrarla. Era su tarea inclinar la balanza al apoderarse poco a poco de las tareas administrativas y organizacionales, reportando a su Comandante los movimientos de las fuerzas enemigas.

Yo creo que estas órdenes no fueron dadas nunca de manera explícita, por toda la confusión que se generó después.

Digamos que la Comandante abandonó su General a la suerte y no se molestó realmente en conocer las noticias del frente. O eso supongo, porque la General mantuvo durante bastante tiempo un pobre desempeño individual en las trincheras. Uno podría decir que se había olvidado de muchas cosas, o que en realidad no sabía y nunca supo cómo hacerlas. Y las trincheras detrás del escritorio se volvieron un lugar hostil y claustrofóbico. La General no sólo fue incapaz de incorporar nuevas tareas a su repertorio, sino que tampoco pudo hacer las que supuestamente sabría hacer. Entonces yo me pregunté de dónde había sacado esas medallas que trajo colgadas con tanto orgullo.

No quiero decir que el medio día que yo trabajaba era más productivo que el de ella. Los horarios se habían acomodado de manera que yo cubriera el turno matutino y ella el vespertino. Las órdenes gerenciales mandaban que yo pasara a la General la información de lo sucedido en la mañana para que ella pudiera prever lo que sucedería durante la tarde. Por eso era importante que ella aprendiera a manejarse con la computadora: para saber usarla en caso de que un cliente llegara a la oficina cuando yo no estaba y la gerencia estaba debatiéndose en otras cuestiones, o cuando la plana general de la oficina no se encontrara en las inmediaciones del campo de batalla y ella debiera lidiar con las contingencias del trabajo diario.

Encontró formas de esconder esta especie de artritis mental que la humedad traída por el trabajo diario agravaba. Ella te preguntaría varias veces qué hacer. Las explicaciones anteriores se desvanecían. No perduraban en su memoria. De esta manera, si se equivocaba, la culpa nunca sería suya. Virtualmente, no era responsable de casi nada. Yo creía que archivar no le parecería complicado, pero me equivoqué. La gerencia me dijo que las cosas para archivar eran responsabilidad suya. Así que le expliqué cómo se deberían archivar las facturas de compra, los recibos, los formularios contables. Durante meses se daba esta misma rutina. Y terminaba con ella poniéndome un papel en la cara y preguntando "¿ésto dónde se guarda?". Está bien. No sabés dónde va. Yo te digo. No soy de esas personas que gustan de tener la constante atención de la gente, así que le dí las herramientas para que supiera manejarse sola en la marejada de papeles, pero igualmente naufragaba. Esta aversión a enfrentarse con situaciones que evidenciaran su ineptitud se volvió más grave y notoria. La gerencia me comentaba extrañada la forma en que los papeles se acumulaban esperando que la General los acomodara, y se quejaba de que la General interrumpiera los momentos de inspiración laboral de la gerencia para solicitar los cheques necesarios para confeccionar las boletas de depósito, la única tarea que parecía desempeñar con comodidad y eficiencia, a lo mejor porque trabajar con cheques y tener plata ajena en las manos la hacía sentir útil y dueña de la confianza de la gerente. O más importante. O menos prescindible.

Aprendí que la gente puede perder todo lo que en algún momento de su vida le daba sentido, pero guarda y sigue manifestando los ecos de esa gloria. Los vicios de la General no habían muerto a pesar de su ineptitud. Incluso cuando ocupaba una posición débil en la estructura de la empresita, uno debía reportarle a ella todo lo que pasaba, aunque no supiera qué hacer con esa información. "¿Quién vino hoy? ¿Salió el camión? ¿Pasaron a retirar ese material? ¿Llamó tal cliente? ¿Le prepararon tal cosa?" Y uno sólo podría pensar la respuesta: "¿Y a vos qué carajo te importa, si no sabés hacer nada? ¿No ves que tengo cosas que hacer? ¿No te dejás de joder un poco? ¿Quién carajos te creés que sos?"

Lo único que hubiera evitado a la General una caída tremenda desde el pedestal en el que ella sola se había encaramado con pretensiones que excedían su talento espectral era, en definitiva, lo que la había conducido (sin que ella lo supiera) hasta la empresita: el espionaje. A pesar de todas sus limitaciones, podría haber servido exitosamente a su Comandante porque tenía acceso a datos sobre el funcionamiento de las cosas: clientes, facturación, compras. Todo esto sería valioso para la Comandante. Sin embargo, la espía, la General, la secretaria condecorada que trabajó para un gigantesco estudio contable y no sabía cómo guardar un comprobante de compra ni cómo distinguir la fecha de facturación de la de vencimiento, así uno le explicara la diferencia una y otra y otra vez, sintió compasión y simpatía por la fuerza enemiga y entabló una alianza que le resultó imperdonable a la Comandante.

La secretaria dejó de ser un aliado relativamente inservible para convertirse en uno completamente inútil, y la Comandante se dio cuenta de esto. Las falencias que arrastraba la secretaria, que a veces pretendía hacer de gerente de recursos humanos en una empresa de limitada envergadura, y gustaba de dar órdenes pero no recibirlas, salvo que vinieran directamente de la gerencia, se volvieron intolerables. Hace unos meses, se sumó la crítica de algunos clientes que hablaban de una señora que los "atendía mal" por teléfono y tenía "malos modales" y era "maleducada".

Ella tomó las decisiones equivocadas. Entró altiva cuando ni el carácter ni la experiencia alcanzaban para sostener semejante fachada. Era común verla erguida con las manos cruzadas detrás de la espalda, vomitando obsecuencia y esperando felizmente las órdenes de una de las fuerzas que se revolvían en el interior de la empresita, mientras negaba sus relaciones con la otra facción, que la había arrastrado al interior de la bestia para inclinar de manera definitiva la balanza a su favor, hasta que al final desertó. La defección no sería perdonada.

Se reprimió su actitud. La Comandante manifestó la deserción imperdonable: "Vos te aliaste con el enemigo". La General fue privada de sus galones, le arrancaron las charreteras del hombro y las medallas se hicieron polvo para siempre. Se convirtió en paria. Ni siquiera una mercenaria.

Yo encontraba esto muy interesante. Por un lado, la cuestión de la deserción es ridícula. Ella no estuvo enterada jamás de cuáles eran las intenciones de la Comandante. Ni la de su madre, líder espiritual de la empresita durante más de medio siglo. Por otra parte, es innegable su falta de habilidad estratégica para conducirse en el campo de batalla. A un observador casual podría llevarle unos meses comprender las raíces de los problemas y sus extensas ramificaciones. Está muy claro que un atisbo de simpatía por la facción opositora provocaría la ira inmediata de la otra. No sólo la secretaria fue incapaz de prever las consecuencias de la defección, sino que hizo lo posible a su alcance para agravarlas.

No hay que confundirse: esto no se debe a la ignorancia, sino a una moralidad religiosa. Como muchos generales condecorados, la secretaria manifiesta una ferviente pasión por nuestro Señor Jesucristo nuestro Señor, amo y maestro, líder espiritual de nuestras acciones diarias, irónico verdugo y redentor contradictorio de nuestros pecados humanos, dictador de los verdaderos caminos de la paz y la felicidad, artificiosa creación del miedo y la incertidumbre de los hombres (o no). Las mentiras y la falsedad no forman parte de esa moralidad.

Los últimos días estuvieron plagados de controversias.

Las dos fuerzas que amenazan con destripar la empresita desde adentro chocaron. Se respira azufre en el aire. La secretaria se espanta. Se agarra el anillo con el relieve de una cruz dorada: espera que nuestro Señor sepa cómo encauzar la situación hacia la paz y la felicidad. El monopolio aumenta las exigencias sobre los distribuidores mayoristas y la empresita se convierte en una víctima; se empieza a desangrar, y como una bestia depredadora, la Comandante olfatea la proximidad de la muerte en el aire e intensifica sus ataques contra la facción enemiga. "El alquiler de este local sale cinco mil pesos como mínimo". Ella dice que los otros se tienen que ir, o darle más plata a ella y a la líder espiritual. La secretaria dice que la líder espiritual está muy cerca del fin. Dice que vio a la parca zumbándole detrás, afilando la guadaña. "¿No te das cuenta de que tu mamá está peor de lo que vos creés, que ya no ve ni oye bien y que un día se puede reventar con el auto?". El vigor de la madre de la Comandante es extraño en alguien de su edad, pero existe debajo de su apariencia "juvenil" un cuerpo desgastado inevitablemente por el paso del tiempo. La secretaria opina que el espejismo de vitalidad de la líder espiritual se debe a que puede hacer cosas que mucha gente de su edad no, como caminar ligero y manejar, pero que esos días, como los suyos en las trincheras del escritorio, habían terminado, y estaba abusando de tiempo prestado. La gerencia se desmoraliza. La gerencia se rinde. La disolución parece inmediata. La empresita agoniza.

Y la secretaria también. La estocada final está cerca. En un torrente de frases memorables se zanja la cuestión:

"Mirá... como vamos a disolver esto... ya no te vamos a necesitar más".
"Echáme".
"Sí".
"Echáme. Pero antes quiero saber si están todos de acuerdo".
"Sí: todos estamos de acuerdo. Acá está la liquidación".
"La voy tener que revisar, como entenderás".
"Por supuesto. La verdad, creí que eras mejor persona".

La secretaria se retuerce por última vez. Todavía se acuerda de los tiempos en que era amiga de la Comandante y compartía asados con el mismo bizarro, morocho, inescrupuloso e incompetente contador que tuvo el placer de elaborar esa liquidación como si se tratara de una orden de defunción. El llanto no tarda en aparecer. La gerencia también llora. "Lloro de bronca, porque pensé que la conocía. Qué estúpida que soy. La voy a hacer pagar. Me las va a pagar. Te pido disculpas (le dice a la gerencia) porque la vas a ligar vos, pero te juro que no te lo hago a vos, se lo hago a ellas, porque tienen que aprender que con la gente no se jode". La gerencia dice "no me lo hacés a mí, se lo hacés al negocio" (queriendo decir que ella no se siente afectada). La Comandante dijo que lo único que hacía la secretaria era pedir el almuerzo de la gerencia por teléfono. "No sabe hacer nada". Hay algo de verdad y algo de mentira en esto.

Yo me entero de que la General me había llamado "mocoso". La secretaria se negaba a archivar. Eso no está a la altura de una señora mayor que vive en Belgrano y fue secretaria toda su vida. No. Ella estaba para cosas mayores. Estaba para ser enseñada y no aprender. Para dar órdenes. Para criticar. Para ser altiva y soberbia con los clientes. Para tomar mal los pedidos (a veces). Para pedir el almuerzo por teléfono. Para hacer bien algunos recibos. Para repeler responsabilidades y hacer cargo de todo a los demás. Para fallar. Para desertar. Se negaba a archivar. Una vez no le dí más instrucciones. "Arreglátelas". "Yo no estoy para hacer el trabajo de ese mocoso", o algo así. Me acuerdo de una historia que contó, cuando era chica y se inundó la calle y el único auto que andaba era el Mercedes Benz de su padre. A lo mejor su destino era el submarinismo. Pero la "secretaría" es mucho mejor.

Los ojos inundados en lágrimas cuando yo bajé. Inmutable. Charlando con la gerencia del próximo lunes. Había que hacer pagos, recaudar plata, vender. Trabajar. La secretaria se baja en esta parada. "Mocoso" las pelotas. "Ya vas a ver", vomita por última vez: "te van a querer sacar a vos". "Seguro", le digo. Pero hoy te fuiste vos. Uno diría que esas son cosas de vieja de mierda. "Esto es una guerra", le vaticina a la gerencia. "Te van a tirar con todo". Me pregunto de qué manera encajan dentro de la moralidad religiosa estas arcadas emocionales. "Echáme", decía. Se aprendió el libreto equivocado. "No te vamos a necesitar más" no merece semejante reacción. Se esperaba un pelotón de fusilamiento que nunca llegó. Imaginaba una escena diferente en su cabeza. Pobre. El mundo sigue. Este mundo parece que va a seguir sin vos.

Secretaria General L. B. C.: junio 2005 - junio 2007.

Chau.

jueves 4 de octubre de 2007

Fe de erratas

Donde se lea la metáfora peyorativa "la Comandante", debe leerse, en sentido literal, "una persona respetable". Y en tal sentido, todas las acciones de connotación negativa que se le atribuyen en el texto no le deben ser adjudicadas, por cuanto lo que se pensaba que era de una manera en el momento de su redacción, a la distancia se revela muy diferente. Nótese que la aclaración no se extiende hacia las actitudes para con la persona que recibe el nombre metafórico de "la General", o el término literal "secretaria", ya que lo dicho sobre el personaje vale aún hoy, y, por lo tanto, las actitudes referidas no son negativas en ningún aspecto, sino todo lo contrario, muy acertadas y pertinentes.

Donde se lea "líder espiritual de la empresita", debe leerse "otra persona respetable". Y en tal sentido, todas las acciones de connotación negativa que se le atribuyen en en texto no le deben ser tampoco adjudicadas, por cuanto lo que se pensaba que era de una manera en el momento de su redacción, a la distancia se revela muy, pero muy diferente.

Y desde hoy en adelante, cualquier lectura del texto debe interpretarse al revés de como se sugiere que sea leído, en particular aquellos pasajes que se refieren a ideas, actitudes o acciones de los personajes denotados por metáforas peyorativas, salvo las aclaraciones efectuadas ut supra sobre la persona referida con el término "la General" o "secretaria".

Para más información, remitirse a:

(In)certidumbres
Guerra 2


martes, 26 de junio de 2007

Ideas

A veces las ideas caen como de la nada, y es muy malo cuando uno no tiene algo a mano para anotarlas; confiar en la memoria no sirve de nada. Porque las ideas aparecen, aclaran un pensamiento, un storyboard, un ensayo o lo que sea, pero así como vienen, también se van. Y es frustrante. Se les antoja aparecer en los momentos menos oportunos. Por ejemplo, cuando uno está a punto de quedarse dormido. Puede ser que a algunos se les aparezcan en los sueños. Y eso es bueno. Claro que siempre que uno las pueda recordar a la mañana siguiente. No creo que tener un cuaderno sobre la mesa de luz sea una solución. ¿Quién podría entender su letra de las cuatro de la mañana?

Lo peor es otra cosa. Lo peor es que la idea aparece, sorprende, ataca de improviso, y se va. Y uno se frustra, o no. Más tarde, intenta recordar esa idea. Pero la idea no vuelve. Pasan las horas. ¿Y qué? Uno falló en retener la idea en la memoria, pero esa memoria inútil sirve para recordarte que tuviste una idea, pero que no te la acordás. ¿No sería mejor no acordarte ni de la idea ni de que en algún momento la tuviste? Entonces podrías comenzar a pensar en algo relacionado con lo que esa idea te parece que hubiera ayudado a resolver, y se te ocurren algunas cosas. Pero ninguna se asemeja a esa idea que tuviste. Y aunque no te la acordás y no sabés bien en qué consistía, tenés muy claro que no se parece a eso que estás pensando ahora.

lunes, 18 de junio de 2007

Perspectivas

"La vida es una enfermedad terminal, muy pero muy larga."

Suena como una de esas cosas que la gente citaría si la hubiera dicho alguien conocido. Además, puede ser usada como un regalo para el día del padre y/o de la madre, un poco más original que un celular. "Mamá (o papá): ¿sabés que gracias a vos me voy a morir? Gracias. Y feliz día."

Es una forma distinta de ver las cosas.

viernes, 15 de junio de 2007

Conversación

―Así que él tiene once dedos.
―¿Once?
―Once.
―No te creo.
―¿Por qué?
―Porque yo no lo noté.
―Problema tuyo.
―Si alguien tiene once dedos te das cuenta.
―No necesariamente.
―¡Cómo no!
―¿Cuántos dedos tengo yo?
―Cinco en una mano y cinco en la otra, idiota.
―¿Y en los pies?
―Diez más.
―Ah, pero ¿cómo sabés, si tengo zapatillas puestas? ¿Podés contar los veinte?
―¿Adónde querés llegar?
―Si tenés veinte dedos, también tenés once.
―Pero no se termina en once. No podés juntar diez de la mano y uno de los pies.
―¿Por qué no?
―Porque no.
―Che, ¿tenés un peso?
―Sí.
―¿Y es todo lo que tenés? ¿No tenés más plata?
―Sí que tengo más plata.
―¿Entonces?
―¿Entonces qué?
―Si tenés un peso es probable que tengas más plata, así que si yo te digo que él tiene once dedos no quiere decir que no tenga los veinte. Además, por todo lo que sabemos de él, a lo mejor tiene menos.
―Así no se cuenta.
―¿Por qué no?
―Porque no.
―Entonces la próxima vez que te pregunte si tenés un peso, decime que tenés doscientos.
―No tengo doscientos.
―Bueno, lo que tengas.
―Preguntás por un peso, te contesto que sí tengo.
―Tiene once dedos, tiene doce, trece y a lo mejor tiene los veinte.
―No es lo mismo.
―Sí.
―¡No!
―Es más fácil pensar que tiene once y no veinte.
―¿Qué?
―Si el tipo tiene dos piernas y le contás diez dedos en la mano, es seguro que tenga once dedos. Casi seguro.
―¿Y por qué no veinte?
―Pueden pasar accidentes. Qué se yo. Pero asumir sin cuestionarte un segundo que él tiene veinte dedos es más riesgoso que asumir que tiene once. Es más seguro que tenga once y no veinte.
―Idioteces.
―No.
―Sí.
―No.
―Andá a la mierda.
―¿Por qué no me agarrás esta?
―Che... ésta, ¿cuenta cómo dedo?
―No.
―¿Por qué?
―Porque no.

lunes, 11 de junio de 2007

No, tetas no 2

Olivia (Ex-Isabel, aunque nada priva que tenga los nombres que se merece: Olivia Isabel Ágata), hace exactamente esto:

Prerrevolucionario 2

Solicitudes

Profe:

Yo no di el parcial y entiendo que tengo que dar recuperatorio. La cuestión es que trabajo hasta el mediodía y lo puedo dar de 15 a 17, el horario de cursada habitual. Además, por estas cuestiones del fin de cuatrimestre y de horarios que se apelotonan, el mismo día, pero desde las 16 y hasta las 19 tengo una clase de edición en taller 2, donde editaremos con mi grupo el trabajo que filmamos esta tarde. Si el profesor no hubiera insistido tanto en la importancia de esta clase no estaría molestando, pero aparentemente es algo bastante importante ya que los trabajos posteriores deberán editarse fuera de la facultad y es necesario tener algunos conocimientos teórico-prácticos para que no hagan cualquier cosa de nuestras filmaciones.

Espero que no sea un gran inconveniente acomodar los horarios.

Respuestas


¿Por qué no diste el parcial? ¿Tenés justificativo? A los que no pudieron venir el sábado les tomamos el martes siguiente. El recuperatorio es para los que no aprobaron, ya que dimos otra fecha.

Espero tu respuesta



Argumentaciones


En la fecha alternativa del sábado no pude dar examen por cuestiones laborales. Era una cuestión complicada porque el día elegido para la evaluación no coincidía con los horarios originales de cursada en los que me había inscripto y no tenía manera de anticipar esto en el trabajo. Dado que la semana siguiente coincidía con otros parciales de otras materias, y considerando que no tengo todavía un certificado laboral (que se debate en la burocracia de una empresa familiar) para justificar la ausencia del sábado, que yo consideraba obligatorio para rendir el día martes, me guié por el artículo 49 del reglamento según el cual, ante una ausencia a examen, se debe dar recuperatorio. Una ausencia justificada.

Réplicas



A ver si entiendo: el sábado no pudiste por cuestiones laborales ¿y el martes siguiente? ¿tampoco? (tener otro parcial no es justificativo, ni siquiera en el reglamento, decime si me equivoco). Como hubo dos fechas alternativas y una de ellas corresponde al horario de cursada, tendrías que haberte presentado en alguna de ellas. Supongamos que "por motivos laborales" no pudiste venir a ninguna, ahora deberías presentarte el 19-5, o el 26-5 que es nuestra última clase. El martes lo charlamos. Otra opción es darlo en el teórico, de 19 a 21. De todos modos, necesito un justificativo para cubrir la fecha anterior.





Despedidas

"Interesante" uso de las comillas en la frase "supongamos que 'por motivos laborales'". Pareciera que hay un dejo de ironía o desconfianza. A lo mejor me equivoco. "Supongamos" que sí.

Por supuesto que tener otro parcial no es "justificativo" para una ausencia. Por lo menos no uno de carácter más o menos "legal". También es cierto que el reglamento pareciera estar funcionando más como "reglamento" que como otra cosa. Por ejemplo, yo conozco una profesora de la cátedra Saborido que desconoce el límite de veinte minutos para presentarse en el aula, y no sólo llega tarde, sino que también pasa lista (lo que no debería) y da contenidos nuevos (lo que tampoco debería hacer). Y tiene sólo cinco alumnos en su comisión. Es realmente interesante ver cómo se las ingenia para dar clase como si hubiese 30 alumnos en el aula. Pero esto es una cuestión aparte.

Si bien la existencia de otros parciales no es un "justificativo" de carácter (más o menos) "legal", sí lo es en un sentido práctico. Y no pretendo que sea considerado "legal" cuando no lo es. Y no dije nada al respecto que sustentara esta perspectiva de las cosas. Por lo que las comillas "creo" que están de más.

El reglamento habla de "instancias" de parcial. No de "fechas" ni de "fechas alternativas". El artículo 49 es algo "difuso". Muchos textos legales se complican al momento de ser interpretados a la luz de una circunstancia particular. De cualquier manera, lo único que dije fue que, dada mi ausencia el día sábado 26 por cuestiones laborales, y creyendo que era necesario un certificado laboral para rendir el día martes, con el que yo no iba a contar ese día, me preparé para rendir otras materias suponiendo que me correspondía la fecha del recuperatorio para reemplazar el examen perdido.

"Supongamos que "por motivos laborales" no pudiste venir a ninguna, ahora deberías presentarte el 19-5, o el 26-5 que es nuestra última clase." (Al margen de la cuestión, supongo que 19-5 y 26-5 es en realidad 19-6 y 26-6, porque si la última clase fue el 26-5 -como irónicamente parece que es mi caso- entonces yo estoy casi tan descolgado como algunos docentes creen que lo estoy). Nunca dije que no fui a ninguna de las fechas de parcial por "motivos laborales" (y yo tampoco dije "motivos" laborales, sino "cuestiones", así que las comillas, además de ser ofensivas, pretenden citar palabras no escritas). "Suponer" que el martes no rendí por "motivos laborales" (o "cuestiones laborales", que viene a ser lo mismo) no corresponde, ya que no es lo que digo.

Pero las cosas son así. La vida académica es complicada. "Algunas" cátedras de "algunas" materias pretenden la "interpretación y explicación de los temas y textos" pero no la evalúan en las instancias de examen parcial, como ésta, acerca de la cual conversamos. Los dichosos parciales, que deben realizarse según unas normativas "estrictas", tienen por objetivo "constatar la comprensión y la asimilación de los contenidos estudiados durante un periodo". Y estas ("algunas") cátedras, y sus "docentes" pueden dar por correcto lo que en realidad puede reproducirse de memoria. No hay argumentación en los parciales. No hay reflexión. No hay crítica. Lo mismo lo sortea con relativo éxito quien estudia de memoria, que quien se ve obligado a memorizar pero tiene un objetivo distinto de esquivar el examen como si fuera un obstáculo. Que uno exponga lo que "sabe" en un parcial no quiere decir que lo "entienda". Yo creo que si uno argumenta, sí "entiende". Creo que es imposible argumentar sobre algo que no se comprende. Y es una discusión que tuve con varios estudiantes y docentes y algunos piensan lo mismo que yo. A la vista de que uno no puede demostrar fehacientemente que "entiende" lo que le piden que "exponga", las pretensiones de "algunas" cátedras de "aportar al conocimiento" y de "reflexionar", resultan ridículas, estúpidas e hipócritas. Pero esto es sólo una opinión mía, y no creo de ninguna manera que sea una verdad existencial ni universal.

Así que, visto lo que pienso de los parciales, seguir discutiendo por el derecho a dar este, después de semejantes ofensivas comillas, cargadas de una suposición que, así fuera cierta, es de cualquier manera demasiado riesgosa de asumir sin ninguna prueba, me resulta inútil. Prefiero intentar en otro lado, "gracias". Con tanto paro realmente no fue mucho tiempo el (aparentemente) "perdido" en una cursada infructífera. Y si le interesa, podríamos seguir la discusión sobre la utilidad de los parciales. Me parece que seguramente su perspectiva debe ser otra. Me "enriquecería" conocerla.

"Atentamente",


N.

¿Orgullo?

Hola N., me parece que estás interpretando mis palabras de manera errónea. Yo trabajo en una institución que tiene reglas (estemos o no de acuerdo con ellas, lo que incluye las formas de evaluación). Mi posibilidad de trabajo y permanencia en ella depende del cumplimiento de esas pautas. Mis comillas tenían que ver no con una "ofensa" sino con una lectura más flexible de esas reglas -no te estaba citando sino que estaba poniendo en cuestión la misma regla- para que no perdieras la cursada, es decir, para que, aunque no tuvieras un "certificado laboral" o "médico", como venimos exigiendo para dar recuperatorio por ausencia desde hace, por lo menos, los casi 15 años que soy docente en la UBA, pudieras presentarte. Evidentemente, tenés muchas otras razones por las cuales tu posición es defensiva (cosa que interpreto a partir de tu último mail, que también podría tomarse como ofensivo para mí y no estoy usando ni abusando de ninguna comilla). No obstante, como mi función es enseñar (y por eso decidí responderte), te invito a que lleves tu caso a la Dirección de la Carrera de Ciencias de la Comunicación para ver cómo se resuelve, ya que parece haber algún tipo de injusticia involucrada, cosa que -pretendo- está muy lejos de mi práctica profesional.

Atentamente,

Lic. M. E. C.

Contradicciones

(...) De todos modos, necesito un justificativo para cubrir la fecha anterior.

(...) Mis comillas tenían que ver no con una "ofensa" sino con una lectura más flexible de esas reglas -no te estaba citando sino que estaba poniendo en cuestión la misma regla- para que no perdieras la cursada, es decir, para que, aunque no tuvieras un "certificado laboral" o "médico", como venimos exigiendo para dar recuperatorio por ausencia desde hace, por lo menos, los casi 15 años que soy docente en la UBA, pudieras presentarte....

Interrogantes

Si la estabilidad laboral y la "práctica profesional" están supeditadas al cumplimiento de "reglas", ¿no es acaso la propuesta de "una lectura más flexible de esas reglas" incompatible con ciertas creencias expuestas? ¿Yo pedí que se quebrara alguna regla? ¿No es, acaso, la propuesta de que su mensaje deba leerse en el sentido de que "aunque no tuvieras un "certificado laboral" o "médico", como venimos exigiendo para dar recuperatorio por ausencia desde hace, por lo menos, los casi 15 años que soy docente en la UBA, pudieras presentarte", una tremenda fractura expuesta de hipocresía de esas reglas a las que se osa adherir con pretensiones académicas y profesionales inexistentes? ¿Yo imploré clemencia? ¿Yo me arrodillé a lamer las suelas de unos zapatos que pretenden una entereza profesional y académica, y que no tienen?

Voy a llegar hasta donde sea necesario para probar mi punto. Toda revolución necesita un mártir.

domingo, 10 de junio de 2007

Prerrevolucionario

El tema es manifestar lo que uno siente a otro que puede no sentir lo mismo que uno. Y no perder la atención del otro si uno quiere que siga leyendo. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo llamar su atención? Y lo más importante, ¿cómo mantenerla?

A mí me ha pasado que en algunos momentos se me cruza una idea, o una emoción, que me hacer ver las cosas de una forma única. Y de repente parece que todo tiene sentido. A veces esta emoción desaparece si uno no la agarra y la fija en la memoria de alguna manera. Con las ideas también pasa lo mismo, y también es malo. Porque en la idea se va una forma de entender un concepto-cascote académico incrustado en un apunte universitario, una forma de actuar ante una determinada situación o una forma de escribir algo, armar una frase, una oración o hasta elegir una palabra que puede hacer la diferencia entre un párrafo mediocre y uno decente (más o menos). Y hace un tiempo se me atravesó un sentimiento pesado que me descifró el panorama tumultuoso posterior a un sábado. Y es una maravilla cuando la mente se aclara. Por estos días hubiera resultado usar la metáfora de una niebla que se disipa, pero como yo no soy cursi, no la elaboro en una frase que merezca mucha importancia.

Yo tengo este problema (en realidad más de uno, como más de uno debe tener los suyos también): las ideas se me apelotonan en la cabeza. Me resisto a describirlo como una niebla. Pero es algo así. Es saber que hay algo de lo que sólo se ven los contornos. Está bien: sí, es como una niebla. Las nieblas son nubes, en realidad. Así que en estos días todos anduvimos por las nubes. La falta de viento y la humedad hacen que se estanque. Las gotas no son tan pesadas como para precipitarse y por eso flotan y turban el aire y asfixian en tierra firme. Suficiente uso de la metáfora. Me resisto a hacer una descripción agobiante, pesada y con ínfulas poéticas del tipo "la niebla colgaba a la vera del río como una cortina espesa, raída y apolillada con agujeros y arañazos que a veces dejaba ver lo que había del otro lado". Nunca diría cosas así. Suenan cursi.

Si esta idea o sentimiento que cuando pasa por la cabeza o revuelve las tripas de uno, no es elaborada o fijada en la mente para reproducirla y evocar las interpretaciones en otro momento, ¿hasta dónde es uno capaz de llegar para recuperarla? Supongo que hasta donde sea necesario, si uno determina que se vuelve una cuestión esencial para ayudar a resolver una situación, desenredar un problema o dar sentido a una desgracia que uno se carga encima y no le corresponde, por ejemplo.

viernes, 8 de junio de 2007

Teorema de los monos infinitos (Notas para el ensayo 2)

Hace poco, mientras perdía tiempo seguramente valioso leyendo cosas al azar en Wikipedia, encontré la teoría extravagante sobre los "monos infinitos". A mí me resultó interesante porque es de las pocas cosas matemáticas que no me dan asco ni me rebotan en la frente (yo prefiero -y disfruto más- la lógica que el lenguaje matemático, aunque puedan estimular y requerir las mismas virtudes del pensamiento, considerando que la utilidad de la lógica, al emplear el razonamiento y el lenguaje, es superior a la matemática, al menos durante los años de enseñanza obligatoria).

Según este teorema, es posible (es "casi seguramente" posible) que un mono, tipeando al azar en una máquina de escribir, durante una cantidad de tiempo infinita, será capaz de reproducir un libro cualquiera. Algunos de los divulgadores del teorema preferirían reemplazar la frase "un libro cualquiera" por "cualquier libro que se halle en la Biblioteca Nacional Francesa", y los anglosajones prefieren decir que los monos podrían reproducir "las obras completas de Shakespeare".

La demostración del teorema es bastante simple (más para algunos que para otros). Se habla de acontecimientos que son estadísticamente independientes, es decir, de un hecho cuyo resultado no afecta a otro. En este caso, la probabilidad de que el mono escriba la palabra "yo", tecleando aleatoriamente en un teclado de 50 caracteres, es de 1/50 elevado a la segunda potencia, y el resultado conseguido para cada letra es independiente y no-determinante. El mono tiene una posibilidad entre cincuenta de teclear primero la letra "y", y la misma probabilidad de teclear a continuación la letra "o" y no un signo de interrogación, un espacio, una "t" o una coma. 1/50 para la letra "y"; 1/50 para la letra "o". 1/50 "a la 2" (Blogger parece que no admite superíndices). En Wikipedia se da este ejemplo para la palabra "banana", que tiene 6 letras. En este caso, el cálculo es 1/50 "a la 6".

Las probabilidades de no escribir "banana" en un conjunto de seis caracteres (una serie de seis golpes consecutivos al teclado) es de 1-1/50 "a la 6". (Entiendo que 1 es el bloque de 6 caracteres o golpes y que 1/50 "a la 6" es cada una de las partes que conforma ese bloque, es decir, la probabilidad de teclear en orden primero la letra "b", después la "a", la "n" y así sucesivamente hasta conformar en un bloque la palabra "banana".)

La imagen que Wikipedia ofrece al respecto me da pavor:

Pero el terror es sólo aparente, porque la explicación de esto es fácil (de nuevo, fácil para algunos más que para otros). "X" es la probabilidad de no teclear "banana" en un bloque de seis caracteres o golpes al teclado; "n" es la cantidad de bloques, conjuntos de 6 teclas presionadas. A mayor cantidad de bloques, menor probabilidad de que el mono no teclee en orden al menos una vez (en alguno de los bloques) la palabra "banana". Por lo tanto, la imagen se lee: "La probabilidad de que no se escriba la palabra banana en un millón de bloques de seis teclas golpeadas es igual a 1-1/50 'a la 6' elevado a un millón". En este caso, para un millón de bloques, las posibilidades de no teclear la palabra "banana" es de 99,99% (en un millón de series de seis caracteres, hay un 99,99% de teclear cualquier cosa menos "banana"). Para cien mil millones de bloques (100.000.000.000), las probabilidades de que una tras otra las series de seis letras golpeadas en un teclado de 50 caracteres no conformen la palabra "banana" al menos una vez es de 0,17%.

Si esto es así para una sola palabra de seis caracteres, es lógico pensar en tiempos gigantescos o enormes hasta que los monos logren reproducir por completo y de forma coherente y exacta un libro ya escrito, considerando, además de palabras que tengan sentido, oraciones que tengan sentido, párrafos y páginas rellenas además con espacios, comas, signos de admiración, interrogación, diálogo...

Así que en realidad el teorema no apunta a un número infinito de monos (considerando además que los monos no viven para siempre), sino probablemente en una secuencia aleatoria de signos, dentro de la cual los monos no son sino una metáfora pintoresca.

Y esto me da pie para pensar que tal vez la inteligencia humana no sea tan grande ni tan espectacular ni admirable como muchos quisieran creer. Esto no parece tan estúpido a la luz de que no existe realmente una escala que mida la inteligencia, y de que uno se maravilla de lo "inteligentes" que son algunos animales, algunos mogólicos y hasta algunas otras personas, a pesar de su sexo, su raza o su religión: "Qué vivo es ese judío"; "Qué vivo es ese chino"; "Qué viva es esta turra"; "¡Cómo acecha esa gata a ese perro ingenuo!"; "Tendrías que ver lo rápido que da el vuelto ese down de la ferretería".

No es una reflexión ideológica, sino más bien filosófica y hasta existencial. A lo mejor el que podamos operar con conceptos, dar sentido y todas esas cosas del lenguaje y la comunicación, no son tan "difíciles" y por ello merecedoras de reverencias exageradas. Dentro de un mundo de símbolos inventados, los símbolos inventados tienen relevancia, existencia y hasta dificultad. Es como contaba Borges de los números, cuando hablaba sobre el idioma de los argentinos, y decía algo así como que con un alfabeto de diez dígitos se crea un lenguaje infinito, o algo así. Pero se entiende esta idea. Yo recuerdo que muchas veces la ciencia ficción manejó el tema recurrente de "civilizaciones avanzadas tecnológica e ideológicamente", civilizaciones que desconocen las guerras y han aprendido a vivir en armonía. Viaje a las estrellas representa esta filosofía. ¿Es difícil el ejercicio de extraerse del propio cuerpo, de pensarse de otra manera, de pensar que pensar no es la gran cosa, de pensar que pensar no es muchas veces "pensar", de pensar que muchas veces no "pensamos", que la mayoría de las veces la inteligencia parece sucumbir a impulsos, emociones, cosas no-inteligentes, no-pensantes, irreflexivas? ¿Es paradójico pensar que muchas veces estas emociones dan lugar a impulsos irracionales por racionalizar situaciones en las cuales las emociones se cargan de sentido? ¿Es posible que lo que haga a los humanos "únicos" sea una gota que hace rebalsar el vaso de la naturaleza?

jueves, 7 de junio de 2007

miércoles, 6 de junio de 2007

Suertudo

¿Cómo explicarle a la gente de Google que no ponga más en mi bandeja de correo no deseado (o "spam" o "sanata") todos los mensajes que me envían las loterías internacionales avisándome los millones de euros que estoy ganando en estos días? A lo mejor ahora que se vienen para Buenos Aires a instalar sus oficinas de colores les puedo decir en persona.

Sí, yo tengo mucha suerte.

El 8 de mayo, a eso de las 17 hs., me avisan desde Holanda que me gané €900.000,00. Sin jugar una sola boleta, simplemente por ser dueño de una cuenta de correo electrónico muy afortunada que salió elegida entre 50.000 direcciones al azar correspondientes a particulares y empresas. Bravo. Genial. Como si eso fuera poco para alegrarme la existencia, el 14 de mayo, en un sorteo diferente, me gano €1.000.000,00. Iba a saltar en una pata, hasta que supe que el afortunado ganador no era yo, sino Mr. Hector Lopez (sin tilde). Pero cuatro días después mi suerte cambia, y gano de nuevo un millón de euros. Así que en menos de medio mes gano €1.900.000,00.

Pero algo malo pasa y mi vida se ensombrece.

Jeremy Williams Chambers me notifica a mí, por ser el pariente más cercano de su cliente, Mr. Paul Sidener, quien tristemente falleciera con su mujer e hijos en un accidente automovilístico en la autopista de Shagamu, en Nigeria, que él (el afortunadamente para mí fallecido Mr. Paul Sidener), en carácter de miembro del Departamento de Minas y Oro de Ghana, me ha dejado en herencia 7.6 millones de dolares y 450 Kg. de oro.

Fue una noticia tremenda.

Si no fuera porque el 29 de mayo gané unos €750.000,00 en una lotería suiza, estaría devastado.

Ahora, ¿quién me presta para el pasaje hasta Holanda, que tengo que retirar urgentemente 2.65 millones de euros? No se preocupen: con esa plata me compro el pasaje hasta Ghana y me traigo 7.6 palos verdes y los 450 Kg. de oro del pobre negro que nadie sabía que estaba en la familia, no sabemos si por lo negro o por lo corrupto (¿quién supone que ganó tanta plata sin explotar a nadie?). Ojalá lo hubiera conocido antes. Y en circunstancias menos desagradables.

Ambiciones 2

Muy diferente de la pobre Encyclopedia of Life, que puede agonizar antes de nacer, TN construyó un interesante espacio "colaborativo" en Internet.

Sí, el famoso, publicitado, alabado, elogiado, concurrido, ladrón espacio de TN y la Gente. A mí me parece de una naturaleza distinta a los esfuerzos de Wikipedia y EOL. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que a cambio de dar el nombre de quien haya captado las imágenes y/o videos a la página, satisfaciendo ese apetito voraz por una (aunque sea patética) décima de segundo de "fama", TN consigue material audiovisual sin invertir un centavo por la gracia divina de que alguien ingenuo, con hambre de cronista, con ínfulas de Gustavo Sierra en hoteles de paredes agujereadas durante la invasión de Irak, de paredes que tiemblan sólo en la imaginación distorsionada por cañonazos y explosiones lejanos que no perturban los espacios destinados a la prensa internacional (al menos la mayoría de las veces).

Aprovechando que hoy muchas personas, varias de ellas seducidas e intoxicadas por las curvas turgentes y casi sexualmente atractivas de los chirimbolos electrónicos, pueden acceder a estas nuevas tecnologías, TN saca algo de ventaja a su competencia publicando material cedido en vanidad so pena de mencionar el nombre del autor, que difícilmente puedan conseguir otros medios. La cuestión de si es una manera inteligente o no de incrementar el público-mercado, es de otra especie. Y la cuestión de si esto es algo que están empleando con cierto éxito de público, también. Porque no se ve tanto en la tele, salvo cuando aparece codo a codo con el conductor ese muchacho simpático que aparenta pasarse los días en cubículos oscuros navegando con su computadora y recogiendo curiosidades o noticias de Internet. El único lugar en el que imagino que puede competir la calidad de la información es en el ámbito de los diarios que ofrecen información en la red.

Aunque TN aclara en las condiciones del servicio que presta que no está permitido su uso comercial y que los derechos de autor no le pertenecen, es innegable que al menos en cierto nivel existe la posibilidad de que mediante esta treta, este "espacio" colaborativo, el público-mercado oriente sus preferencias hacia los tentáculos monopólicos y asfixiantes cuasi-ilegales del multimedio.

Solamente resta entrar a TN y la Gente y maravillarse del material expuesto. (Claro que esta crítica no apunta a la información en sí ni a los muy interesantes archivos audiovisuales.)

Ambiciones

El otro día me enteraba de que en un esfuerzo descomunal, científicos con mucha plata a mano y ambiciones poco lúcidas, están intentando construir una enciclopedia de la vida (Encyclopedia of Life, o EOL). Aunque en principio se trata de una creación "profesional", los integrantes del proyecto aspiran a que se convierta en un trabajo solidario y colectivo al que puedan contribuir también personas sin carrera en las ciencias naturales. Al estilo de Wikipedia (sin la cual yo no podría haber hecho el ensayo que hice, debido a mi carencia de una biblioteca especializada en el tema que estaba tratando y un desconocimiento de autores que hablaran sobre estos temas), donde perdí (y pierdo) siempre que puedo algunas horas leyendo sobre cualquier cosa, esta enciclopedia podría poner al alcance de todos la información, completa, variada y coherente, de las 1.8 millones de especies catalogadas. Y nótese que el esfuerzo pretende abarcar especies de aves, mamíferos, peces, plantas, reptiles y toda otra forma de vida conocida hasta el momento. Tienen un video muy inspirador acá.

Todo esto, que bien puede traerme en otro momento cuestiones para escribir sobre la existencia de una forma de socialismo muy fuerte e impactante que está proliferando en Internet, me interesa por la sencilla razón de que con la cuestión del calentamiento global, los deshielos y todo el fin del mundo que se aproxima, este esfuerzo, que estaría acabado en unos diez años, no va a servir de mucho porque de las 1.8 millones de especies catalogadas, varias desaparecen día a día. Así que el panorama para los científicos es el siguiente: o bien completan en diez años la enciclopedia con 1.800.000 especies (lo que significa más o menos un número similar de "páginas" web) y aclaran aquellas que están extintas, o bien compensan esta diferencia entre especies vivas y extintas catalogando las que permanecen desconocidas y quedan a mano.





Y lo más divertido no es eso: este video de You Tube muestra el peligro inminente que corren los osos polares, que se están ahogando por la sencilla razón de que no encuentran otro cacho de hielo flotando del cual sujetarse y salir del agua (lo que parece estúpido pero es muy cierto y alarmante para algunos, por lo menos), y una de las páginas de ejemplo de la Encyclopedia of Life trata sobre el Ursus Maritimus.

Dulce ironía. ¿Rotundo fracaso?

domingo, 3 de junio de 2007

Una idea maravillosa

Hacer un jabón con tu propia grasa extraída durante una liposucción, adornarlo con esencias de coco y leche, darle la forma de la cintura y la espalda de una mujer, hacer una publicidad llamándolo "Jabón de cuerpo" con el eslogan "toma un baño conmigo", es una idea maravillosa.

Lo dice la misma Nicola Costantino y lo explica mejor que yo. Por supuesto, no se tiene que leer en esto un culto indirecto a prácticas del Holocausto, sino, en todo caso, y si es imperativo interpretar algo sobre la génesis de la cuestión, en una sub trama de la película "El club de la pelea", donde la idea era robar la grasa de las intervenciones de cirugía estética para hacer jabones que los ricos usaran para "lavarse la cara con su propio culo". Es genial.

Paisajes

El frío de las mañanas me resulta insoportable. Por lo menos en esta época. Ahora es otoño. Pero el invierno es peor, y es más extraño, porque empieza con días de mucho frío en los que cada exhalación mientras uno camina se convierte en una niebla densa que lo acompaña, y después, casi como de la nada, la saga de días helados se corta y empieza a hacer un poco más de calor y la gente se maravilla de lo loco que está el tiempo. Y esto es algo que uno sufre, porque yo tengo la idea de que los días fríos de otoño se padecen mucho más que los de invierno a causa de que uno se ha acostumbrado a la tibieza de marzo y la heladera de abril y mayo cae muy pesada, y luego los días de primavera con veinte grados resultan agobiantes y caribeños, al abrigo de un sol patético desprovisto de maldad estival, porque empiezan a perforar bastante antes de tiempo y en forma caprichosamente aleatoria los días en el almanaque como si se tratara de un juego de batalla naval, justo cuando uno ya casi empezaba a disfrutar de las heladas. Las mañanas de verano no son mucho mejores, pero lo bueno del asunto es que uno se levanta más rápido de la cama (a veces con un asco excepcional por el abrazo enmarañado de las sábanas retorcidas en una noche tormentosa de mosquitos que zumban en los oídos a vuelo rasante y acechan en las esquinas oscuras, inmunes a la pestilencia del espiral que se filtra por la ventana abierta desde el departamento de la vecina de abajo) y extraña menos dormir cuando le corresponde empezar un nuevo día.

Y yo pienso en esto muchas mañanas mientras camino a la parada del colectivo, y a veces también pienso en otras cosas. Por ejemplo, en la forma en que, de una u otra manera, la monotonía del paisaje se rompe a causa de unas botellas de cerveza destrozadas en la vereda que es necesario esquivar y que pueden ser testimonio de una gresca o una desgracia amorosa (o las dos cosas), o en la presencia errática de un borracho que revolotea un árbol debatiéndose en tremenda duda si es mejor vomitar o intentar mantener el alcohol asentado en la barriga. Pero esto pasa muy pocas veces. La mayoría, los borrachos se echan a dormir en el pavimento. A pesar de esto, yo llego contento a la parada del colectivo porque en esa esquina tenebrosa e imprevisible está la cabecera del recorrido, y los colectivos salen siempre vacíos y yo eludo la suerte de quienes suben en la parada de la estación Constitución, donde se los coches se cargan con tantas personas que una vez, en un día que los subterráneos no funcionaron porque estaban de paro, me fue imposible bajar donde debía a causa de toda la gente apretada y de pie, y habiéndome pasado por varias cuadras tuve que tomarme un taxi en la dirección opuesta para llegar tarde a trabajar.

Esa esquina donde para el colectivo me resulta muy interesante. Es uno de esos lugares en donde uno puede imaginar con facilidad la forma que habría tenido un siglo atrás. No tanto por los edificios que se caen a pedazos, que son en realidad construcciones magníficas y verdaderos testimonio de la historia, como por la presencia del viejo puente trasbordador Nicolás Avellaneda, y del riachuelo intoxicado que algunos barcos, muchas veces cargados de arena, gravilla o cemento, igual de derruidos y avejentados que el puente, se animan a transitar todavía, en un ritual repetido durante décadas, barcos que se alejan y anuncian su partida milagrosa con tres bocinazos afónicos a cualquier hora del día, propulsados más por la gracia del Señor que por unas hélices oxidadas que agitan con mucho trabajo la podredumbre del fondo en remolinos terroríficos para los gondoleros que cruzan gente somnolienta de un lugar de miseria en la ribera opuesta, a otro donde la miseria es de una especie diferente. Hay un bar cruzando la calle, enfrente del puente a cuyos pies hay un cuartel de bomberos de la Policía Federal, y a unos metros de la parada donde yo espero con paciencia la salida del 46. Es fácil mirarlo y suponer que está ahí desde hace cien años. Hasta hace unos meses era posible ver la madera original de las puertas y las ventanas hinchada y gastada, cuyo encanto sería distinto si el daño se debiera a una corrosiva pero poética brisa marina cargada de salitre y humedad, y no a la desidia de un dueño que nunca hizo nada por repararla. Y a mí me resulta divertida la idea de pensar que el dueño que lo atiende sea el mismo que lo inauguró, o su espectro perseverante que atiende todavía un par de mesas pulgosas donde toman cerveza con maní podrido unos clientes igual de cenicientos y fantasmagóricos que él. No sé quién tuvo el coraje de cerrar ese bar unas semanas atrás. Le taparon las aberturas con unas cortinas metálicas, pero no a forma de mortaja por el resto de la eternidad, como yo creí, porque hace unos días lo inauguraron de nuevo, y pintaron las paredes, reemplazaron las mesas y sillas de antaño y pintaron atractivos carteles de colores en las vidrieras para turistas desprevenidos con estómagos incautos o aventureros que idealizan una comida con vista al Viejo Puente. Pegando la vuelta a esa esquina, sobre la calle que divide a la civilización con su Teatro de la Ribera y el museo de Quinquela Martín, de la villa barbárica que se desparrama más allá del cuartel de bomberos, del bar, de la parada y del puente impreso en postales, hay una serie de locales de mala muerte con nombres estrafalarios, como “El Cocodrilo”, donde los colectiveros y los marinos de las barcazas areneras se juntan con sus amantes desdentadas, o juegan al pool en unas mesas de fieltro gastado que hace a las bolas disparar en cualquier dirección y terminar los partidos, de resultados imprevisibles para los incautos e inexpertos jugadores, con repercusiones violentas sobre la vereda durante las cuales vuelan las botellas que encuentro astilladas a la mañana siguiente. Lo de “amantes desdentadas” me lo dijo un conocido, a quien el barrio a pesar de todo le resulta pintoresco. Y me describió una imaginaria escena bastante patética y bizarra donde las mujeres les presentan sus hijos bastardos a unos hombres de camisa celeste y les dicen: “¿Ves? Éste es tu papá. Creo”.

Si bien algunas escenas son extrañas o incómodas de presenciar, como las de un borracho a quien le roban las zapatillas, a mí me resultan réplicas extrañas de un centenar de escenas similares repetidas a lo largo de la historia. Y puedo ver en esta misma escena a un borracho durante la Edad Media, o a un obrero desgastado después de una jornada agobiante en las primeras industrias inglesas del siglo XIX. Y para mí es como viajar en el tiempo, y me pregunto de verdad si algo cambió.

sábado, 2 de junio de 2007

Estupideces

Algunas cosas que tiene por costumbre la gente no sé si se tratan de estupideces o qué. Tildarlas de estúpidas puede resultar una pedantería soberbia, pero no encuentro un adjetivo que albergue tan bien las propiedades de estas (algunas) costumbres.

Digamos que hay un almacén que vende cosas sueltas, donde el dueño es un anarco redomado con pintoresco desprecio por los supermercados (en particular los de las grandes cadenas y los chinos, pero más allá de la cuestión nacional/inmigratoria), y a cuya entrada suele formarse una larga fila de personas que esperan su turno sobre la vereda. Digamos también que el espacio dentro del almacén es reducido, tanto por el limitado tamaño del local como por una multitud de bolsas gigantescas de varios alimentos secos (para consumo humano y animal) y por las personas que se encuentran dentro y están siendo atendidas, o serán atendidas próximamente. A mí me tocó llegar cargado de bolsas en un momento decisivo para la naturaleza existencial de la cola de gente: apretujarme detrás de la última persona y permanecer dentro del local, o distanciarme y quedarme fuera. Decidí quedarme fuera. ¿Qué relevancia podría tener?

Calculé que cargado de bolsas iba a ser muy difícil ubicarme dentro por lo angosto del pasillo, y que era estúpido apretujarse dentro porque la gente que había sido atendida no podía salir con comodidad. Yo estaba convencido de una cosa que una estúpida mujer puede o no haber aprendido hoy.

Viendo que yo estaba todavía fuera mientras la fila avanzaba, me preguntó:

"¿Usted va a entrar?"

A lo que yo no respondí con un simple sí, porque tenía la intención de quedarme donde estaba, lo que hubiera suscitado de su parte un "¿Y por qué no entra?". Entonces pasé a dar las razones:

"No te van a atender más rápido por estar más cerca o más adentro. Y además, la gente no puede salir. Hay que dejar salir a la gente".

A esto siguió una gran cara de culo de la mujer. Puede ser por lo que le dije, o por cómo se lo dije, o por la mueca de falsa sonrisa que le puse, o por las tres cosas. Sinceramente no me interesa.

Lo que me interesa es la estupidez de pensar que tu ansiedad se soluciona apretujando al que tenés delante como si el otro estuviera impidiendo tu derecho de comprar. Estúpida, ¿no te das cuenta de que te atienden por orden y que estar más o menos cerca del mostrador es irrelevante? Y esto pasó hoy, al mediodía, en un día de sol y con una temperatura agradable, de manera que su enojo y sorpresa no puede ser de ninguna manera atribuidos a la desgracia de la ola polar o la lluvia ocasional y poco oportuna que te agarra en el peor lugar y de la que es imperativo guarecerse a costa del calor y la presión humanas que traen consigo las filas de personas estúpidas y ansiosas.

Y no pasa sólo en el almacén: yo lo he visto en el banco, en la parada del colectivo, en la facultad...

viernes, 1 de junio de 2007

Orrores de otogarfía


Entiendo lo de "Cuasa": la velocidad de llegar con la información hace que los redactores la pifien. Lo que me queda flotando en el aire es que si la noticia se publicó hace cuatro horas, nadie le haya prestado atención. Y ni hablar de "excarselado". Télam y Kirchner: un país en cerio.

Balance

Bueno, si bien no hace todavía un mes que existe este blog, con el inicio de un nuevo mes me resulta interesante hacer una especie de balance, como el que suelen hacer los contadores, pero sin truchar nada.

Cosas de las que me dí cuenta en este tiempo

Me gusta mucho escribir.

No me importa que no me lean (aunque no me molesta que lo hagan, y de hecho me gusta).

El blog iba a ser menos personal, pretendiendo cierto distanciamiento con otra multitud de blogs medio pelotudos de gente traumada que anda por ahí (y me cito: Blog 3, Blog 4) pero terminó siendo justamente eso que se proponía evitar. Al menos en cierta medida.

Tiene un diseño minimalista que se opone ideológicamente a otros plagados de fotitos, imágenes, animaciones y qué se yo que nunca terminan de cargar.

Está plagado de música bastante variada, pero que no se puede escuchar desde cualquier computadora.

Mi exitosa aspiración de escribir la entrada más larga del mundo en una sentada no será recompensada por nadie nunca jamás.

Como lo dijo el "blogudo" mismo, a este blog no le habría cabido tal nombre y es más serio de lo que pretende.

La gente pretende hacer cosas graciosas para erigir una barrera entre su verdadero "yo" y los demás, de manera que algunas "blogudeces" esconden detrás un tren de conflictos.

No puede ser nada bueno si te tocan portero a la una de la mañana.

Gente que encontró este blog, entró y no se quedó, en realidad estaba buscando:

Un plano dibujado del coliseo en Roma
www.google.es/search?q=plano dibujado del coliseo en roma&hl=es&start=10&sa=N

Cuál es la mejor escena de Gladiador
www.google.com/search?hl=en&q=cual es la mejor escena del gladiador

Efectolima (es bueno ver que a alguien más le gustan)
www.google.com.ar/search?hl=es&q=efectolima&meta=

El dios Marte
www.google.es/search?q=el dios marte&hl=es

Un ejercicio puramente egocéntrico (este no se quedó, pero lo encontró igual y no lo supo ver)
www.google.com.mx/search?hl=es&q=ejercicio puramente egocentrico&meta=

Gladiador, pero vaya uno a saber desde qué perspectiva. Éste quiso sacar la tarea de mi blog. Mal.
www.google.com.ar/search?hl=es&q=el gladiador pelicula %2B descripcion %2B sociologico&meta=

La historia del timbre o las partes del timbre electrónico. (Esto está buenísimo. Porque o sos un fanático que busca la historia, o sos un técnico que busca de qué carajo se hacen, pero las dos cosas es muy raro encontrar en una sola persona que busca algo sobre el timbre en Google.evo.morales.bo)
www.google.com.bo/search?q=historia del timbre olas partes del timbre electronico&hl=es&start=10&sa=N

Y, claro está, lo buscaron al blogudo y se toparon con quien viste y calza (o sea, yo)
www.google.com.ar/blogsearch?hl=es&q=blogudo&lr=&ie=UTF-8&sa=N&start=10

Lugares desde donde me han encontrado:

Turquía
Israel
EE. UU.
Argentina
Bolivia
España
México


Tanatofilia 2

Así que llegó el día. Yo ya me imaginaba que las cosas iban a terminar así con la pobre gatita.

Ya la cuestión del parcial que tan mal terminó al final, me venía facilitando unas escenas mentales sumamente negativas. Eran imágenes terribles: si no veía a la gata devorada por el perro (que en realidad jamás atinó a devorársela para comérsela sino para otra cosa), la veía atravesada por un cólico tremendo a causa de haberse comido el veneno para ratas escondido en el depósito después de escaparse de la oficina por una puerta entreabierta en la desidia olvidadiza de alguien que no tenía previsto lo mismo que yo. Intenté mentalizarme durante toda la semana de que se trataba solamente de una imaginación excesiva y de un sabor por la desgracia que todavía no se me sacudía de encima después de un sábado de mierda.

El lunes, cuando la pobre gatita volvió a la oficina, una de las primeras cosas que hizo fue escaparse de la oficina. Por supuesto que me resultó terrorífico. Siendo tan chiquita era capaz de meterse por cualquier lado. Y seguro iba a comerse el veneno. Si las ratas se lo han comido, ¿por qué la gata no habría de hacerlo también?

Yo adivinaba la sensación que tendría cuando llegara a casa después de que por fin pasara esa tragedia que yo anticipaba con tanta ansiedad enfermiza: imaginaba el asiento de la silla donde se echaba a dormir mientras yo intentaba en un patético (pero innegable) esfuerzo de estudiar, meterme por la fuerza en la cabeza toda una sarta de cosas que terminaron por rebotarme en la frente, la sensación que tenía cuando me chupaba desesperadamente la oreja, creyendo con tristeza que a lo mejor los gatos extrañan a sus madres por amor y no por instinto, lo que me hacía sentir mucho peor si le llegaba una muerte triste, estúpida, evitable, solitaria, dolorosa, en un lugar desconocido y aterrador para ella. ¡Semejante cuerpecito retorciéndose por el veneno paralizándola y fundiéndole las tripas y sin nadie que tuviera el coraje de terminar con esa desesperante agonía!

Así que cada vez que veía la puerta abierta, cada vez que alguien entraba o salía de la oficina y dejaba la puerta apenas entreabierta, yo entraba en pánico y todas estas imágenes me pasaban por el cerebrito hinchado de pensar en cosas negativas.

Confieso que posiblemente no haya hecho cuanto estaba a mi alcance para evitar el desastre. Mea culpa Y esto a veces me hacía sentir mal también. Porque la idea de juntar todos los recipientes plagados de veneno la tuve, pero nunca llegué a realizarla. ¿Cómo congeniar esta necesidad imperiosa, tanto para el bienestar de la gatita sin nombre como para mi tranquilidad mental, con las obligaciones laborales cotidianas? ¿Sería un estúpido por abandonarlas o echarlas a un lado mientras ponía toda la concentración y energía que uno puede invocar en horas inhumanas de la mañana a recorrer el depósito buscando de a un centímetro cuadrado a la vez el escondite del veneno? Al final terminé creyendo en esto.

Y a fuerza de pensar en esto, los esfuerzos que yo hacía para mantener a la gatita sin nombre en jaque evitando que no escapara de la oficina fueron disminuyendo en constancia e intensidad. Yo me vi obligado a detener esto por la sencilla razón de que lo había llevado a límites extremos. El día que la gata escapó, golpeé nuevamente mi mano derecha a propósito contra una pared (léase "le pegué flor de trompada a la pared") y el nudillo que me había lastimado el sábado anterior en un berrinche similar se resintió más todavía y no pasó un momento del día, durante dos días, en que yo pudiera cerrar el puño sin pequeñas pero dolorosas molestias. Y ayer, por última vez, dejé la gata encerrada en la oficina donde yo suelo trabajar, por mi miedo de que bajara las escaleras y escapara hacia un destino que sabía inevitable. Y encontré que la puerta se había trabado. Claro, era previsible que esas cerraduras de pomo con botón se trabaran. Son una mierda. Así que busqué con desesperación, mientras la gata lloraba en la última soledad que habría de sufrir, una puta llave que abriera. Por los paneles de acrílico transparentes de la pared de durlock imitación madera se podía ver a la pobre gatita sin nombre llorando desde adentro. Y miraba como si dijera "Hijo de puta, volvé, me encerraste y me dejaste con la estufa encendida y las ventanas cerradas". Ciertamente, después de pensar esto noté que mis nervios estaban deshilachados y mi psiquis, muy pero muy averiada. Pero ¿quién no lo hubiera pensado también, de haber visto, como yo, a la pobre gatita sin nombre trepada en una silla, con las patitas apoyadas en el vidrio, gritándote "traidor"? Así que hubo que desarmar el pomo y la cerradura y forzar con un destornillador el pestillo para abrir la puerta. Y esa fue la última vez que la gatita sin nombre quedó encerrada en la oficina. Y después escapó otra vez hacia el depósito. Una última vez.

Yo sabía que las cosas iban a terminar así. Estuve con esta certeza una semana en la oficina, y hoy por fin se terminó la ansiedad. Y todo terminó así:

"¿Me llevo a la gatita este fin de semana? Pero el lunes no vuelve, eh".

Y acá la tengo. A salvo del veneno, pero no de la libido del perro. Y era lógico: ya todos estaban encariñados en casa con la gata. El perro más que nadie, certo, pero los humanos también. Y ahora está en la habitación, durmiendo al sol, esperando que alguien se digne a ponerle nombre. A mí me gusta Isabel. Isabel me suena a nombre de gata y además, si la ves, parece que le pega a ella también, toda grisecita, con las patitas y el pechito suavecito, como si fuera una estola, de color blanco.

Notas para el ensayo

Leí por enésima vez el ensayo. La gran mayoría de las veces lo leí en el tiempo que lo escribía y lo volvía a escribir y hasta el mismo día de la entrega, y después de eso sólo unas veces más. Noté un par de cosas interesantes:

La primera, es que lo que uno escribió, a pesar de la distancia temporal, lo conoce casi de memoria. Y me pregunto a causa de esta reflexión si esto le pasa a todas las personas que escriben con cierto grado de placer. ¿Se acordarán incluso luego del paso de varios años de qué manera se iba desarrollando aquello que habían escrito, qué orden seguían las ideas en los párrafos amontonados, hechos de líneas y oraciones que con el tiempo les pueden dar la impresión de que fueron escritas por una persona por completo diferente? Me parece una cuestión interesante. Yo creo que es imposible acordarse todo lo que uno escribe con tanto detalle.

La otra cuestión es que durante unos instantes de profunda inspiración, tuve la sensación de que la esencia del ensayo se me estaba revelando entre la niebla de los argumentos apelotonados. Una esencia bastante simple que lleva medio párrafo expresar con palabras, y varias páginas justificar. Bueno, no sé si el término es "justificar". A lo mejor "persuadir" es una palabra mejor.

Ahora pienso que si encuentro esta esencia cruzada por temas como lo biológico, lo cultural, lo instintivo, lo natural y lo aprendido en relación con el hombre, ser humano, homo sapiens o como fuera, una posible reescritura del ensayo sería mucho más fácil.