viernes, 15 de junio de 2007

Conversación

―Así que él tiene once dedos.
―¿Once?
―Once.
―No te creo.
―¿Por qué?
―Porque yo no lo noté.
―Problema tuyo.
―Si alguien tiene once dedos te das cuenta.
―No necesariamente.
―¡Cómo no!
―¿Cuántos dedos tengo yo?
―Cinco en una mano y cinco en la otra, idiota.
―¿Y en los pies?
―Diez más.
―Ah, pero ¿cómo sabés, si tengo zapatillas puestas? ¿Podés contar los veinte?
―¿Adónde querés llegar?
―Si tenés veinte dedos, también tenés once.
―Pero no se termina en once. No podés juntar diez de la mano y uno de los pies.
―¿Por qué no?
―Porque no.
―Che, ¿tenés un peso?
―Sí.
―¿Y es todo lo que tenés? ¿No tenés más plata?
―Sí que tengo más plata.
―¿Entonces?
―¿Entonces qué?
―Si tenés un peso es probable que tengas más plata, así que si yo te digo que él tiene once dedos no quiere decir que no tenga los veinte. Además, por todo lo que sabemos de él, a lo mejor tiene menos.
―Así no se cuenta.
―¿Por qué no?
―Porque no.
―Entonces la próxima vez que te pregunte si tenés un peso, decime que tenés doscientos.
―No tengo doscientos.
―Bueno, lo que tengas.
―Preguntás por un peso, te contesto que sí tengo.
―Tiene once dedos, tiene doce, trece y a lo mejor tiene los veinte.
―No es lo mismo.
―Sí.
―¡No!
―Es más fácil pensar que tiene once y no veinte.
―¿Qué?
―Si el tipo tiene dos piernas y le contás diez dedos en la mano, es seguro que tenga once dedos. Casi seguro.
―¿Y por qué no veinte?
―Pueden pasar accidentes. Qué se yo. Pero asumir sin cuestionarte un segundo que él tiene veinte dedos es más riesgoso que asumir que tiene once. Es más seguro que tenga once y no veinte.
―Idioteces.
―No.
―Sí.
―No.
―Andá a la mierda.
―¿Por qué no me agarrás esta?
―Che... ésta, ¿cuenta cómo dedo?
―No.
―¿Por qué?
―Porque no.

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