miércoles, 1 de agosto de 2007

(In)certidumbres

Todavía me sorprendo cuando veo que las cosas que parecían ir con rumbo firme hacia un lado terminan yendo para el otro. A veces uno espera que las cosas salgan de una manera porque ya tiene planeado en su cabeza lo que va a pasar, sabe más o menos cómo, más o menos dónde y (o) cuándo y por qué, aunque la mayoría de las veces uno no sabe con certeza muchas de estas cosas, y lo cierto podría ser que uno nunca sepa con seguridad ninguna de estas cosas. Y si bien uno sabe con certeza que ciertas cosas van a pasar, como que mañana va a salir el sol o que uno se va a morir, estas no son las cosas que realmente importan.

Con la gente pasa lo mismo: uno cree que conoce a una persona hasta que se da cuenta de que no es así. Yo diría que esto va a pasar casi siempre. La excepción no es que uno se vaya a topar con alguien que es tal como uno creía que era, sino que uno no siempre va a mantener contacto con todas las personas que conozca y por eso no va a saber con quién estaba tratando en realidad. Esto no es siempre la culpa del otro, por lo menos como lo veo yo. Uno espera o cree ver en la otra persona algo que no siempre es lo que la otra persona es. O sea que la culpa está en las expectativas infundadas de uno. También hay que considerar que uno muchas veces cree que conoce a otra persona por lo que le digan de esa persona, y en realidad esto puede ser un prejuicio digerido de otra persona sobre otra persona, y uno no debería confiar en opiniones regurgitadas. Pero uno lo hace porque es irresistible, o imposible no hacerlo, dado que significaría vivir en una especie de desconfianza eterna y profunda, y esto en verdad es imposible o al menos demasiado difícil.

La cosa es que uno conoce al otro a veces por lo que sabe, a veces por lo que vio o escuchó o leyó, y es probable que ese conocimiento no sea acertado, por lo menos no tanto como uno creyera. O quisiera. Porque uno siempre quisiera ser esa persona capaz de medir como un sastre al otro en una mirada o apenas después de preguntarle dónde está la parada del colectivo. A veces es necesario adivinar a la otra persona. Yo no creo que siempre se trate de soberbia, de probarse perspicaz o demostrar una gran agudeza intelectual contándole a un amigo o amiga o conocido o pariente, que al final el vecino era un cornudo, terminando esta frase con el glorioso y ambicionado "yo te dije". El memorioso o detallista puede haber notado que al menos en inglés, la frase I told you so, equivalente al castellano "yo te dije", es empleada con la misma intención, lo que revela, si bien no una universalidad del comportamiento más o menos social humano, porque estamos hablando de dos sociedades, algo más o menos equivalente en cuanto a la interacción.

En situaciones de conflicto o competencia, en diferentes ámbitos como el laboral o el académico (o casi cualquier otro, en realidad), uno siente la necesidad de conocer o adivinar al otro en la profundidad aparente que puede alcanzarse en los encuentros motivados por la presencia de uno y del otro en un ámbito determinado. Y esto no alcanza para conocer a nadie, porque en los encuentros motivados por un interés o una relación de un tipo particular, uno sólo puede conocer una parte de esa persona o de su historia y no otras, que cuando afloran casualmente dejan una agria sensación de fracaso, de saber que uno no es ni David Copperfield ni Tu Sam y no puede ni leer la mente y mucho menos pensar que ese jefe machista que se la pasaba hablando de fútbol y minas era un travesti con esposas de plumas rosadas escondidas en el maletín, o un skinhead neonazi con peluca, o hasta un filatelista maricón al que le gusta cocinar con delantal y gorro de chef mientras mira películas eróticas y se pega con una fusta de cuero. O muchas otras cosas más.

Dado que uno siempre termina decepcionado, creyendo que el otro era lo que no era, y sabiendo que muchas cosas no son lo que parecen y que a veces (casi siempre cuando uno menos lo espera) pegan giros inesperados, la verdadera pregunta que uno tiene que hacerse en estos casos es cuándo. Porque lo cierto es que el sol va a salir mañana, y esto es cierto porque uno nunca va a llegar a vivir el día en que el sol se agigante y se coma todo el sistema solar, dentro de millones de años, y no va a haber colonias en marte o en la luna o en cualquier otro planeta que nos salve. Aunque lo más probable es que nadie llegue vivo a ver nada dentro de mil años. Y no es pesimismo: se llama periodismo internacional.

1 comentario:

Vera F dijo...

verdad, es para volverse loco.
y uno se empieza a preguntar si la respuesta no será relajarse y pensar cada vez menos.
q tb es choto.
o no se si tanto.

ah, encontré el cuentito! es de winfredo machado:

EL BESO DE LOS DRAGONES

El dragón baja desde un cielo oscuro cubierto de niebla hacia una ciudad desconocida. Recorre lentamente las calles, que están solas a esta hora, el arco de un puente por donde se desliza un río en silencio, una gasolinera abandonada, un parque solitario donde se detiene. Ahora siente el olor mezclado al aire frío de la noche como un rastro dejado entre los árboles por otro animal desconocido. El olor lo conduce a un edificio gris y sucio. De los balcones cuelgan macetas abandonadas y polvorientas. El dragón sube y se detiene en una ventana. Dentro de la habitación, un niño lo sueña tal cual es en ese instante. El dragón entra y se posa en la cama suavemente. El olor es cada vez más fuerte. Acaricia con sus garras la cabellera del niño. Luego levanta con cuidado las sábanas y mira con curiosidad y cierto orgullo las pequeñas alas de suaves escamas que comienzan a despuntar en la espalda. Entonces el dragón lo besa con ternura. El niño dentro del sueño arroja un fuego diminuto como el del amor. El dragón quisiera despertarlo, pero sabe que él es sólo la proyección de un sueño y un deseo como todas las cosas del mundo. Se aleja en silencio y regresa a la noche de donde vino. El niño nunca pudo explicar cómo comenzó el incendio dentro de su habitación.