martes, 22 de abril de 2008

Mollejas marinadas

Imagino que los padres habrán recibido la noticia espantados. "¿Un nene con meningitis en la escuela de mi hijo/a? Ay, Dios". Por supuesto, era motivo de indignación porque, a su entender, no era manera de enterarse, por las mollejas fritas del compañerito de 7 años.

Pronto, alguien de la escuela salió a dar un comunicado bastante improvisado. Todavía no encuentro la frase textual citada por un medio de prensa, pero juro que dijo en televisión lo siguiente: "[el nene con meningitis] Está con muerte cerebral, pero todavía con vida". O algo así. No sé si es textual, pero el sentido de la frase es este. (Nótese que no está sacada de contexto porque tiene un sentido que no depende de palabras esclarecedoras.)

Y yo pienso "error". No está con vida. Está bien muerto. Un corazón haciendo bum-bum no es vida, ciertamente. Pero lo más divertido no es esta declaración cuasi optimista, semi ignorante, sino más bien el tono general del discurso tejido por las autoridades de la escuela primaria privada, que por su propia condición tiene motivos para asustarse y temer.

Era algo así como "papis y mamis, no se preocupen por los nenes, esto es un caso aislado, se están haciendo todas las investigaciones necesarias pero, por ahora, lo mejor que podemos hacer es ir pensando en el momento en que todos juntos, incluso los nenes, vayamos al entierro de Toby [el nenito de las mollejas sabrosas], un momento feliz y tranquilo al que podremos aspirar".

Las mollejas marinadas en formaldehído de Toby, las únicas (por suerte y gracias a dios) de toda la escuela.

El vaso, siempre, medio lleno.

domingo, 20 de abril de 2008

Idiotas ad infinitum


No soy afecto a hablar de la televisión, aunque sí de la idiotez. Uno diría "siendo que te gusta hablar de la idiotez, es extraño que no te guste hablar de la televisión". Y es cierto. Pero me deprime. Yo digo a veces que si por alguna razón tuviera que dejar el país como muchos otros lo hicieron en los últimos años, diría que me voy porque me entristece su pobreza cultural. O por lo menos la de esta ciudad.

Hace un par de días, ya no recuerdo exactamente cómo, di con una nota genial navegando por Internet. La publicó la agencia de noticias Nova en su portada del jueves pasado. Como no tiene firma, supongo que se trata de una colaboración editorial de la misma agencia, que se autorefiere como fuente de la información que reproduce.

El artículo es una de las mejores cosas que leí en un medio de "prensa". Desde la volanta hace sentir su cuasi genialidad: "Canal 13 patético". La nota puede encontrarse acá.

A riesgo de convertirme en algo que deploro y sacar frases de contexto, voy a resumir la nota en un par de párrafos que sintetizan el espíritu clarificador del artículo:

Mirar la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el ojo propio. Eso es lo que hace Canal 13 cuando en sus distintos programas, para defender a la TV prostibularia y cuasi proxeneta que incentiva Marcelo Tinelli en Showmatch, ataca a Mario Pergolini por discriminación a los discapacitados.

La polémica tiene que ver con la participación del ciego español Serafín Zubiri, finalista de “Mirá quién baila” en su país, en el ciclo 2008 de “Bailando por un sueño” (...)

Mario Pergolini, en la FM Rock & Pop, se refirió a la misma con un irónico “ayer hice un poco de zapping a la noche, obligado, decían que había un ciego que no se iba a notar que era ciego y… ¡Era re ciego! jajaja… lo está haciendo re mal, lo están votando por lástima. Bailaba re mal boludo; es buenísimo que hayan puesto a un ciego para que nos riamos”.

Los que conocemos a Pergolini sabíamos que se refería a lograr rating con participaciones lastimosas, a cualquier precio.

Canal 13 no ve jamás la viga que hay en su propio ojo. Porque en todo el año 2007 exhibió una televisión de los escándalos y la prostitución al nivel de un cuasi proxenetismo (...)

Sí hablaron y escribieron (y mucho) los especialistas en espectáculos del escándalo de aquel baile del caño con presencia de 100 chicos de entre 3 y 10 años en los estudios en una semana en la que, se sabía, iba a deparar escenas calientes prometidas a boca de jarro por el conductor Marcelo Tinelli (...)

Ni el Comfer, el INADI o Canal 13 hicieron algo para que los derechos de los pibes no fueran vulnerados en Showmatch porque en el ciclo “Patinando por un sueño” siguieron exhibiendo shows inapropiados (strip dance, por ejemplo) con un centenar de chicos en el piso de Ideas del Sur ¿Esa actitud no significa abuso de menores o pasar por encima de los derechos del niño?

¿El laboratorio de los medios se ocupará de programas como AM en los que Verónica Lozano y Leo Montero tuvieron conceptos discriminatorios para con el futbolista de Boca, Neri Cardozo, por su tez (morocho) y sus problemas en la dicción? Y ¿Qué decir de los gemidos de los cuasi inimputables conductores simulando el acto sexual y orgasmos a las 11 de la mañana, pleno horario familiar?

En la TV argentina todos cuidan su quintita. Pero nadie puede tirar la primera piedra. Todo porque hubo en los últimos cuatro años, en el Comfer, un inoperante y cuasi cómplice de las productoras Julio Bárbaro que con el verso del diálogo, junto a Claudio De Cousandier –responsable de evaluar contenidos- rifó al peor postor el Horario de Protección al Menor. (...)
Terminé reproduciendo casi toda la nota, pero no importa. Su versión original depara todavía muchas más declaraciones de este tipo, incluso más interesantes.

Lo cierto es que Pergolini tiene razón. Lo que dijo era una clara ironía. La nota hace un metadiscurso de eso cuando explica el sentido de la ironía, y las ironías, bien se sabe, es decir una cosa diciendo exactamente lo contrario. Uno puede justificar esto de muchas maneras, diciendo, por ejemplo, que nadie en su sano juicio diría, en el tono que Pergolini usó, lo que dijo en su programa de radio, en un sentido literal, frente a una audiencia masiva como la que sabe que tiene. Que lo diga fulano en FM Bernal Oeste es, claramente, otra cosa.

Pergolini lo confima en declaraciones que La Nación reproduce en una nota en su portal de Internet:
"¿A mí me van a acusar de discriminar por usar la palabra mogólico sólo porque quise decir esto desde un lugar muy fuerte? Me parece una barbaridad que el noticiero de Canal 13 presente un informe diciendo que estoy discriminando, cuando en realidad estoy diciendo todo lo contrario"
Por favor, que levante la mano el que no entendió la ironía.

Incoherente Lubertino, titular del INADI, le dijo al mismísimo Pergolini en una entrevista concedida al conductor durante su ciclo en FM Rock & Pop:

"Tuvimos denuncias y llamados, y vamos a hacer el procedimiento habitual en estos casos. El Observatorio de los Medios que integramos junto al Comfer y el Consejo de la Mujer va a convocar a las personas. Yo entiendo que la libertad de expresión en los medios es fundamental y hay estilos que tienen que ver con la ironía, aunque no todos tenemos la misma línea interpretativa. Vas a ser citado. Todas las aclaraciones que hiciste son más que suficientes, pero hay que regular"
Doña Lubertino hace exactamente la misma operación que la Agencia Nova: despoja la ironía de su sentido literal y la devuelve donde corresponde cuando dice "... hay estilos que tienen que ver con la ironía, aunque no todos tenemos la misma línea interpretativa". Entonces, ¿qué carajos importa la línea interpretativa cuando, de hecho, la titular del INADI reconoce que esas declaraciones no tienen el sentido que aparentemente tienen? Y, más importante todavía, ¿es así como piensan hacer funcionar este anquilosado aparato que es el Observatorio de Medios?

Esto es una buena prueba de que este país se está yendo culturalmente al carajo. Si es que algún descerebrado, un telemarketer o una recepcionista, por ejemplo, quienes se han convertido en mis metáforas preferidas para referirme a una masa indiferenciada de gente sin cerebro, no logra leer una ironía donde claramente la hay, entonces es hora de sacar la basura de la televisión y empezar a educar a la gente.

Esta incapacidad de leer el significado de la ironía no es más que una prueba de la incapacidad de simbolizar. Un chico no entiende una ironía. ¿Eso es lo que son todos ahora? ¿Adultos chicos? ¿Niños por toda la eternidad?

Alguien debería tener un poco de criterio.

La libertad de expresión en los medios masivos es incuestionable. Está no sólo protegida por la Constitución, sino por otros tratados internacionales a los que ella adhiere, como el Pacto de San José de Costa Rica, que tiene una definición muy clara y explícita sobre la libertad de expresión que, con un poco de suerte, gente como Lubertino podría entender:

" 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideraciones de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección.

2. El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no puede estar sujeto a previa censura, sino a responsabilidades ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para asegurar:

a) El respeto a los derechos o la reputación de los demás, o

b) La protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas."

(El texto completo, transcrito acá)
Desde luego que el sentido literal de los dichos de Pergolini entran en la categoría prevista por el artículo 13 citado más arriba. Pero ¿qué hay del sentido connotado, de la ironía, que la propia Lubertino reconoce? En manos de gente sin criterio, la ironía no existe. Y eso es patético.

¿Qué significa "líneas interpretativas"? Entiendo que las que dan el sentido final como literal a la ironía. Entonces, el pensamiento estúpido de Lubertino, y el de los otros, si los tienen, que pudieran pensar como ella, parece ganar terreno en esta batalla inútil sobre la interpretación que deben darse a esas palabras.

¿Y cómo saber si la ironía es o no es ironía? Ah, esa es la pregunta del millón, queridos telemarketers y recepcionistas. Y Lubertino, et al. Bueno, muy fácil. El sentido real de la frase estará de acuerdo con el buen sentido social, con el sentido común, con la moral y las buenas costumbres, con lo políticamente correcto. Con "eso" que determina siempre el sentido que deben tener las significaciones. Por eso decimos que es un estúpido el que dé a esas declaraciones un sentido literal. Porque la moral y lo políticamente correcto restringen que alguien diga, abiertamente, "es buenísimo que hayan traído un ciego para que nos ríamos". Justamente, porque nadie lo diría, es irónico. Por eso se quiere decir lo contrario de lo que se expresa. Porque lo que se expresa no lo diría nadie en su sano juicio, sobre todo considerando las particulares condiciones de la enunciación en un medio masivo, ante una considerable audiencia.

Ahora, lo interesante de esto, sabiendo lo que sabemos, que era una ironía y que todo procedimiento legal que se levante sobre ella es inútil, y estúpido, y que estúpidos son también quienes no pueden leer el sentido de la ironía, es lo que logra revelar sobre esta sociedad y esta cultura.

Si es necesario hacer de esto un debate, si nadie vacila al tildar de serio lo que dijo Pergolini, entonces estamos realmente ante una clara y contundente evidencia de lo pobre que se ha vuelto esta cultura. Una cultura de imbéciles que no saben distinguir el sentido de una frase, ni son capaces de criticar ellos mismos lo que está pasando.

La gente con ánimo de crítica, o que quisiera tener ánimo de crítica, esos telemarketers y recepcionistas que leen "El Código Da Vinci" mientras asientan su gelatinosa ameba de ignorancia en el colectivo, el tren o el subte, no se cuestionan estas cosas. Digieren la crítica eficiente y a veces acertada que hacen en "Televisión Registrada". Ellos son los portadores de la "verdad". Ellos tienen "la posta". Y se maravillan ante su intelecto.

Lo más gracioso de todo, es que ahora, este debate, en este marco, lo que dice la Lubertino ¡es cierto! Estando en una cultura de imbéciles que no entienden nada de nada, es muy importante hacer lugar a sus quejas e iniciar una acción legal como corresponde, porque Mario Pergolini dijo "que pongan mogólicos a bailar de una vez por todas que es lo que quieren hacer". Y dijo eso, y nada más, según ellos. Y para ellos, eso que dijo es eso, y nada más. Entonces, sí, es discriminación. No es ironía, pero sólo a causa de sus propias limitaciones intelectuales.

Pero todavía se puede llevar esta cuestión mucho más lejos.

En las entrañas de la bestia televisiva se esconde algo llamado Ley de Radiodifusión.

La ley 22.285 es la que regula cuestiones referidas a dos medios masivos de comunicación, la televisión y la radio. Por ende, radiodifusión (para el que no lo entienda).

Existe un gran debate acerca de esta ley, promulgada durante la dictadura militar. Nadie se hace cargo de modificarla porque, como todos sabemos, el Gobierno está más entretenido en otras cuestiones. Yo pensaba el otro día que alguien que se convierte en Presidente de la Nación, así, con mayúsculas, tendría al menos cierta ambición de persistir en la historia, de que su nombre quede marcado a fuego en los anales de la memoria, durante años y años por venir. Pero cada vez más parece que esta ambición no existiera ya en los corazones y los ánimos de nadie, y que todos los problemas, todas las reformas, todo lo que haría de su mandato un hito en el mundo, es lo circunstancial, lo coyuntural, lo fugaz, lo de ahora, y nada más. El futuro no existe. O tal vez sea algo diferente lo que perpetúe sus nombres en el tiempo, cosas que, en definitiva, serán más transitorias y elementales, menos significativas de aquellas que sí hacen que el eco de un nombre resuene elegantemente hacia el olvido lejano.

En fin.

Lo cierto es esto: nadie modifica la ley, pero nadie la cumple. O parece que no se cumple, y si se cumple, se está infringiendo constantemente. Y yo no puedo creer que, simplemente, se estén efectuando multas a nombre de aquellos responsables de no sujetarse a las normas vigentes, lo que sucedería, al parecer, todos los días.

El artículo 5 de la ley dice, acerca de los fines de los medios de radiodifusión:
Los servicios de radiodifusión deben colaborar con el enriquecimiento cultural de la población, según lo exigen los objetivos asignados por esta ley al contenido de las emisiones de radiodifusión, las que deberán propender a la elevación de la moral de la población, como así también al respeto de la libertad, la solidaridad social, la dignidad de las personas, los derechos humanos, el respeto por las instituciones de la República, el afianzamiento de la democracia y la preservación de la moral cristiana.
Estoy de acuerdo con que no se cumplan aquellos de la preservación de la moral cristiana, porque ignora ciertos otros preceptos de otras morales que no son las cristianas, y porque Dios no existe. Pero eso es otra cosa, y para muchos, motivo de debate.

Especificando un poco más lo anterior, la ley dice:
CAPITULO II - DEL CONTENIDO DE LAS EMISIONES

Artículo 14 Objetivos:

ARTICULO 14. - El contenido de las emisiones de radiodifusión propenderá al cumplimiento de los siguientes objetivos:

a) Contribuir al bien común, ya sea con relación a la vida y al progreso de las personas o con referencia al mejor desenvolvimiento de la comunidad;

b) Contribuir al afianzamiento de la unidad nacional y al fortalecimiento de la fe y la esperanza en los destinos de la Nación Argentina;

c) Servir al enriquecimiento de la cultura y contribuir a la educación de la población;

d) Contribuir al ejercicio del derecho natural del hombre a comunicarse, con sujeción a las normas de convivencia democrática;

e) Promover la participación responsable de todos los habitantes y particularmente del hombre argentino, en el logro de los objetivos nacionales;

f) Contribuir al desarrollo de los sentimientos de amistad y cooperación internacionales.
Y, a lo mejor pocos lo saben, pero:
ARTICULO 16. - Las emisiones de radiodifusión no deben perturbar en modo alguno la intimidad de las personas. Quedan prohibidas las emisiones cuyo contenido atente contra la salud o estabilidad psíquica de los destinatarios de los mensajes.
Si gente estúpida quiere llevar este debate adelante, bien por ellos. A los estúpidos hay que hacerles creer que son lo que no son. Coherentes. Perspicaces. Inteligentes.

Ya que estamos desmitificando declaraciones como esta, bien podríamos también achacar a la publicidad que, de por sí, es engañosa. No voy a hacer (ni pretendo) un discurso contra la publicidad. Allá vayan los telemarketers y recepcionistas que caigan bajo su encanto. Porque ellos son los mismos que no entienden las ironías, el sarcasmo, el intelecto indescifrable.

Ya que hay que evitarle a la gente esta cosa de pensar críticamente, esto de usar el cerebro y aprender a descifrar una ironía, ataquemos la publicidad. La Ley de Lealtad Comercial (22.802) dice cosas como esta:
ARTICULO 5º — Queda prohibido consignar en la presentación, folletos, envases, etiquetas y envoltorios, palabras, frases, descripciones, marcas o cualquier otro signo que pueda inducir a error, engaño o confusión, respecto de la naturaleza, origen, calidad, pureza, mezcla o cantidad de los frutos o productos, de sus propiedades, características, usos, condiciones de comercialización o técnicas de producción.

CAPITULO III

De la publicidad y promoción mediante premios

ARTICULO 9º — Queda prohibida la realización de cualquier clase de presentación, de publicidad o propaganda que mediante inexactitudes u ocultamientos pueda inducir a error, engaño o confusión respecto de las características o propiedades, naturaleza, origen, calidad, pureza, mezcla, cantidad, uso, precio, condiciones de comercialización o técnicas de producción de bienes muebles, inmuebles o servicios.
Por favor, alguien que piense.

Alguien.

viernes, 18 de abril de 2008

La mesa de saldos

Vivir en esta ciudad a veces tiene sus ventajas, a pesar del humo estancado, del dolor de nariz que origina, del olor que se respira (aunque de esto los pastizales incendiados no tienen toda la culpa), del ruido insoportable (de la que el fuego tampoco tiene culpa) y de todo lo otro que no se me ocurre ahora.

Caminar la calle Corrientes, entre Callao y la 9 de Julio, y encontrar que muy a pesar de todo existen librerías en un país con esta cultura de mierda, depara un gusto casi insospechado. Verdaderamente insospechable.

Reconozco que fui bastante perezoso con la lectura. Mea culpa. Leí muchas cosas, aunque no todas las que debería haber leído, supongo, a juzgar por el placer de la lectura. Eso es algo que intento corregir.

A la luz de eso, recorrer las librerías de la calle Corrientes y encontrar clásicos y no tanto, baratos, debería convertirse en algo maravilloso, siempre que uno pueda encontrar el tiempo para entregarse de lleno a los libros.

Creo que en esas librerías uno puede encontrar de todo, aunque lo mejor es dedicarse a la lectura de textos en castellano, siempre, o casi siempre, salvo que uno tenga la suerte de encontrar buenas traducciones. Porque están los otros libros. Los que también son baratos, los impresos en offset, las traducciones de obras extranjeras, que siempre levantan sospecha de traición, como diría el refrán. Yo, simplemente, no confío.

Por un momento me puse contento. Había conseguido el "Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres" de Rousseau en una edición de tapa dura de El Ateneo, impresa en España, junto con "El contrato social" y el "Discurso sobre las ciencias y las artes" de yapa. Todo por doce pesos.

Cuando salí de la librería, y las luces de la calle Corrientes empezaban a encenderse por todas partes, el humo me sacó lo contento.

miércoles, 9 de abril de 2008

La improbable tarea de conseguir entradas para el BAFICI

Mañana, o pasado, o después, voy a tratar de conseguir entradas para el BAFICI.

Con estas cosas siempre es lo mismo. Uno quiere ir, por primera vez, y resulta que es el año más exitoso del festival. ¿Alguien quiere entradas?

Lo bueno: por ser niño estudioso me salen cuatro pesos.
Lo malo: seguro que para lo que yo quiero ver, no voy a conseguir nada.

martes, 8 de abril de 2008

Terapia barata

Existe un método simple y bastante económico para descubrir si uno se siente mal o molesto por algo que no sabría decir qué es. Es un método que está más cerca de la autoayuda que de una ciencia más o menos exacta como el psicoanálisis, y puede ser que a veces no funcione, o que no funcione lo bien que debería, o que traiga más problemas de los que podría llegar a resolver si funcionara. Pero nada de eso es motivo para no probarlo.

Elementos necesarios:

  1. Un amigo o amiga con un ligero problema emocional. Ayudaría mucho que la persona no sea demasiado extrovertida, o a lo mejor no sea demasiado amigo o amiga.
  2. Tener una sensación de disconformidad que uno no sabría decir exactamente a qué se debe.

Pasos a seguir:

  1. Contactar al amigo/amiga/persona conocida.
  2. Verificar que tiene un problema.
  3. Preguntarle qué le pasa. Y esto es lo importante:
  4. Si no dice nada, esquiva la cuestión, o dice que está todo bien cuando uno sabe muy bien que no, intentar adivinar el motivo.
  5. Lo más probable es que la sugerencia propia, aquello que se intenta adivinar, sea el problema, o el origen del problema, o las razones del malestar propio, o tenga alguna relación con eso.

Puede que la sugerencia no sea precisa la primera vez. No importa. Hay que seguir preguntando, pero siempre teniendo presente el problema propio, o el análisis del problema propio como objetivo. (De ahí se sigue que a veces esta técnica pueda traer más problemas de los que soluciona, y por eso es importante considerar personas no tan cercanas a uno para ensayar el método.)

Lo bueno es que esto funciona en sentido inverso, y llegado el caso que el uso de esta técnica traiga problemas, sería posible revertir el daño social que pudiera haber causado.

Elementos necesarios:

  1. Un amigo/amiga/persona conocida con un serio problema emocional que lo perturba/molesta/intriga, pero no sabría decir exactamente qué es.
  2. Tener un ligero conflicto interno/malestar emocional que suscite en el amigo/amiga/persona conocida no tanto una vacía palabra de consuelo, como una pregunta o sugerencia que pretenda indagar sobre las causas del malestar propio.

Pasos a seguir:

  1. Contactar al amigo/amiga/persona conocida.
  2. Verificar que el otro/otra tiene un serio problema emocional.
  3. Lucir disgustado/molesto/alterado/triste, o presa de cualquier otro estado emocional que, sabiendo uno, haría que el otro sintiera deseos de indagar acerca de ello.
  4. Escuchar sus sugerencias.
  5. Identificar en esa sugerencia la causa más probable de su problema.

Los pasos son exactamente los mismos de antes, sólo que al revés. Y si bien es posible que esta técnica tenga éxito y uno pueda ayudar a la otra persona, también es cierto que lo que uno pueda decir agrave el problema o no solucione nada. También puede pasar que uno dé en el blanco y adivine lo que está mal, pero el otro no lo reconozca abiertamente, ni de ninguna otra manera. 

No importa qué perfil de esta técnica uno decidiera utilizar, siempre es necesario estar muy atento a las sensaciones propias y ajenas.

domingo, 6 de abril de 2008

Sol naranja, auf wiedersen

Dormí tres horas de siesta a la tarde, así que no tengo sueño. Empiezo a recorrer blogs, empezando por los que tengo en mi lista de favoritos. Saltando comentarios de uno a otro, visito otros blogs. Algunos patéticos y pretenciosos. A lo mejor como éste. Pero eso no importa.

Eventualmente, llego a un blog autoproclamado por uno de sus miembros como "Blog de comunicación y sarcasmo", donde puede haber, sí, algo de comunicación, pero muy poco de sarcasmo, salvo que (no creo que es el caso) el sarcasmo esté en decir que tiene sarcasmo cuando realmente no lo tiene. Lo cierto es que ellos hicieron un horripilante corto llamado "Latido final". Me pareció una porquería, como muchos otros cortos que he visto (aunque no todos, porque los hubo buenos y mejores), y eso puede deberse a una cierta soberbia, y hay días en que pienso que es así, aunque también pienso que no, y que son realmente una porquería. Pero eso no importa.

Mientras miraba "Latido final" me acordaba del cuento de Poe del corazón delator. Después vi que le reconocieron debidamente la idea original. "Latido final" es malo, muy malo. Y sus miembros se sienten orgulloso de él. Pero eso no importa.

Leí los comentarios que habían recibido. Uno de los cuatro comentarios había sido escrito por "magdalena", quien elogiaba el corto "Latido final", instaba a que sus realizadores continuaran creando "sentido", una palabra muy común en el léxico de los estudiantes de comunicación, los que tienen sarcasmo, y los que no, y, como quien no quiere la cosa pero en el fondo sí la quiere, promocionaba su propio corto, "Sol naranja". Eso es lo importante.

Porque "Sol naranja" resultó ser una especie de mojón para lo que no hay que hacer, pero de una forma muy diferente a la que yo advertía en agosto del año pasado cuando hablaba de "Canción de cuna". No. "Sol naranja" era algo así como "esto no está nada bien".

Cuando estudiaba taller audiovisual el año pasado, el profesor lo mostró en una tanda de cortos de estudiantes anteriores. Fue un gran motivo de debate, porque a él le parecía que mandaba un mal mensaje, y algunos pensaban que estaba bueno (mensaje es una palabra que los estudiantes de comunicación también tenemos muy presente).

Yo no vi "Sol naranja". Ese día había faltado. Varios compañeros de grupo también habían faltado. Algunos no, y dijeron que el corto estaba bueno, pero yo creo que lo dijeron en un sentido más bien superficial. Lo cierto es que técnicamente estaba realizado bastante bien. Eso parecía ser un consenso. El debate quedó ahí, y nadie más habló de "Sol naranja". Nosotros hicimos el videominuto y después "Pigmalión", y eso fue todo.

Ahora, varios meses después, en una trasnoche de insomnio, por fin veo "Sol naranja".

Escrito y dirigido por Magdalena Pardo, quien sigue muy orgullosa de su obra, "Sol naranja" es una historia cuya sinopsis resume de la siguiente manera:

"En un pueblo hundido en la sequía, el último resto de agua es el contenido en la pecera de Alicia, una mujer que vive para y por su pececito. Alicia oculta la pecera, para proteger a su pez; pero un día es descubierta por un vecinito. Se corre la voz, y los vecinos intentan irrumpir en su casa para arrebatarle el agua. Alicia se atrinchera. Dejará hasta lo último con tal de cumplir con su objetivo: no separarse nunca de su pez."
El famoso pececito de "Sol naranja". Alguien hablaba de un pez. "Sol naranja" era el "corto del pececito".

A medida que pasaban los angustiosos siete minutos del corto, me iba dando cuenta de dónde estaba el mal mensaje. Yo siempre digo algo para oponerme a la tesis de nuestro profesor que, aunque muy respetable, me parece digna de corrientes que ignoran cierto aspecto crítico, considerando uno de los extremos de la comunicación (viejo e incorrecto esquema emisor - receptor) como absolutamente pasivo.

La tesis, aplicada a las obras audiovisuales, podría extenderse también a otros soportes y medios, y, en esencia, postula la existencia de "malos mensajes", donde un "mal mensaje" se lee en alguien que hace algo moral o éticamente objetable, donde esa actitud se reconoce como algo "malo", absolutamente reprensible. El mensaje puede resumirse en frases del estilo "se recompensa la maldad", o "esto me dice que está bien tomar la justicia en mis manos" cuando uno se refiere a la obra audiovisual, literaria, teatral o lo que fuere. Las viejas películas de Charles Bronson, en las que hace a un justiciero violento, por ejemplo, o, para tal caso, cualquier película que hable de eso. Desde luego, la tesis no se aplica a rajatabla de esa forma. Tomo el caso de "Dexter", la serie que hace poco estrenó FOX, promocionándola en este mercado porteño/argentino de mierda como una serie sobre un "justiciero serial" (donde justiciero es "tomar justicia por mano propia" y serial tiene la connotación exclusiva de "asesino", porque "serial" suele venir acompañada de la palabra "asesino", y cuando uno escucha "serial" inmediatamente escucha "asesino", así que "justiciero serial" transmite perfectamente la idea de la serie, en la que Dexter es un asesino serial que hace justicia por mano propia). La serie es tanto de lo que Dexter hace como de sus propios conflictos internos acerca del asunto. Existe una crítica sobre eso. Y la serie es más profunda que "justiciero serial", y merece una crítica en todo caso más extensa de la que yo quisiera y/o pudiera dar.

Lo cierto es que yo no creo que existan "malos mensajes". A veces los actos de violencia que serían absolutamente reprensibles y considerados molestos, tienen una importancia a nivel de la historia, del argumento, de la trama. No se mata un personaje a la ligera. Cada "mensaje" debe ir acompañado de un análisis contextual bastante grande. No es tan simple como realizar una lectura superficial y decir "uy, mirá cómo matan gente acá". No. Está el nivel socio histórico, cultural, dramático, narrativo, etcétera, etcétera.


En "Sol naranja" se da una situación que pone a prueba esta tesis: cuando la dueña del pececito se encierra en su casa y los vecinos reparten herramientas como armas y le pegan a la puerta porque su pecera tiene agua y la sequía los está matando. El mensaje sería algo así como "al carajo con la solidaridad, la vida en sociedad, si alguien tiene algo que querés (o te gusta), conseguilo. Como sea". El análisis se puede hacer desde varias perspectivas.


Se puede hacer desde un nivel superficial, casi literal, donde las imágenes denotan ese mensaje negativo. Se puede pensar que los vecinos están locos, arrebatados por el delirio de la deshidratación crónica, en cuyo caso el mensaje no tendría ciertamente el mismo sentido, sino otro. Se puede pensar que el mensaje es fruto de una imaginación estéril que no sabe dotar de profundidad a ese conflicto, y lo resuelve de una manera patética, buscando generar tensión y miedo y otras sensaciones supuestamente "copadas" que el cine es capaz de expresar, en un prolijo paquetito con colorido papel de regalo y un moñito rojo que es esa escena ridícula en que los vecinos asedian la puerta de la casa. Puede ser también que el mensaje haya entrado y salido de una imaginación estéril de manera subliminal e inconsciente, debido a que ese cerebrito seco vive en una sociedad que reproduce ese tipo de pensamiento todo el tiempo. Etcétera, etcétera.

Si tuviera que dar una opinión crítica, como si fuera un crítico de cine o supiera de críticas, a pesar de que tengo una semi formación en el tema, diría que no existe "mal mensaje" per se.

"Sol naranja" es una combinación simple de poca imaginación, pensamiento infantil, escenas regurgitadas de cine extranjero y sin ninguna aspiración estética, por lo que no hay lectura más allá del nivel literal de la imagen. Las imágenes y los sonidos se leen tal cual. La sequía no vuelve locos a los habitantes de pueblucho/barrio. En la construcción de los planos no se nota una intención de volverlos "extraños", como si hubiera locura o delirio. Planos holandeses, por ejemplo. Cámara en mano con mucho movimiento, gestos extraños en los habitantes, exagerados, monstruosos si fuera necesario. Pero lo que sea para denotar un estado mental desequilibrado.

Patean la puerta y quieren agua. En serio. No es broma, no es delirio.

Dejemos de lado la consideración de que la dueña del pececito tiene agua. ¿Dónde la consiguió? Ah. Es un corto metafórico, ¿no? No creo. Si fuera metafórico, entonces el mensaje sí es malo. Porque el pez no es pez, el agua no es agua, y todo es simbólico, menos las patadas en la puerta. Si el final fuera una moraleja, ¿cuál sería? "Sol naranja" no tiene moralejas, y si la tuviera, una de ellas sería la abolición de la solidaridad como bien supremo, o casi supremo.


"Sol naranja" invita a muchas consideraciones. Ciertamente. Yo puedo hacer muchas críticas, como la de lo extraño que me resulta esa tierra seca en los primeros planos, significando extrema sequía, cuando árboles verdes y plantas verdes abundan en las casas de la calle en la escena final, o esa magistral pieza de confusión mental en la que se empieza con música diegética surgida de un tocadiscos, que se hace extradiegética y culmina con una mano que apaga el tocadiscos pero sigue la música. ¿Por qué apaga el tocadiscos? ¡Que lo deje andar!

miércoles, 2 de abril de 2008

Karma subterráneo

No sé si fue porque hoy iba a ser un día complicado, pero lo cierto es que después de esperar un largo rato en la fila de pago "regular" (en vez de la de "pago exacto") en la boletería del subte de la línea B de Alem, un policía abrió las puertas de emergencia y nos dejó pasar sin pagar. A lo mejor era presa del creciente optimismo peronista, o se habían quedado sin cambio para dar. Hacía un rato había subido el malón de gente del subte que acababa de llegar al andén, y se notaba que si esperábamos mucho más no íbamos a alcanzarlo. Cinco minutos de cola en la estación del subte se hacen sentir.

Lo cierto es que, con o sin optimismo peronista, hoy, como casi todos los días, pagué un solo viaje en lugar de dos, como corresponde. Cuatro días a la semana viajo en subte para ir a la facultad. Ida y vuelta. Y desde la semana pasada vengo pagando, siempre, un solo viaje.

El secreto está en querer pagar un SubtePass de 0,90 centavos con un billete de dos pesos. No tienen monedas para darte. Siempre se pasa gratis. Ojalá siempre usara el mismo billete de dos pesos, así podría decir que ese es mi SubtePass. Y ojo: tengo las monedas para pagar justo, porque tengo que viajar también en colectivo, ida y vuelta. Pero no quiero usarlas. El servicio no es lo mejor, aunque es ostensiblemente preferible al que ofrecen otras líneas, léase la C, la más ruidosa, junto con la E, y la A, con sus vagones de madera del siglo pasado que se sacuden y sufren cortocircuitos que hacen parpadear las luces interiores. La D, igual que la B, es pasable.

Lo mejor de viajar en subte es el anacronismo de las estaciones. En la línea B se nota genial. La estación Carlos Gardel, cuyos pasillos interiores desembocan en las entrañas del concheto Abasto, desentona terriblemente con la estación anterior (o posterior) Pueyrredón, siempre con olor a vómito fermentado y paredes de revoque desconchado. Ni hablar de Federico Lacroze y Los Incas, la extensión, una estación que parece del siglo XXII. Casi.

martes, 1 de abril de 2008

El fino y delicado arte de quitar frases de contexto

Divertida moda impuesta probablemente por los programas de chimentos, en los que vedettes de medio pelo y prostitutas exclusivas que disimulan ser tal cosa, o pretenden no ser tal cosa, intentan hacer uso del cerebro y modulan palabras (o intentan hacerlo), alcanzando pésimos resultados que conducen inevitablemente a discusiones sin fin sobre temas banales y sin sentido, olvidadas tanto más rápido que lo que tardaron en gestarse, es infaltable en la pantalla de cualquier noticiero televisivo pseudo respetable, donde "pseudo" es "quiero creer que es respetable", aunque no lo es.

Antes que nada, sepan los imbéciles que aspiren a convertirse en amos de esta técnica, que la fofa materia gris del televidente es absolutamente moldeable.

Para tener éxito en esta disciplina mediocre, y asombrar a tus amigos con tu intelecto y demostrar que el discurso ajeno es algo que tú puedes sodomizar fácilmente, gracias a tus protuberantes hemisferios cerebrales, debes recordar lo siguiente:

1. Las comillas señalan algo que ha sido dicho literalmente, es decir, tal como lo ha dicho el que está dando el discurso. ¡Pero no te preocupes! Sabemos que el espacio del videograph es limitado. Si la frase no entra en ese espacio, ¡adáptala para que lo haga! ¿Y con las comillas? ¡No hay problema! Después de todo, ¿quién es el inteligente?

2. Recuerda, son sólo frases. No ideas. No párrafos. No conceptos. Sólo frases. Cualquier frase. La que te apetezca. Tu tarea no es informar, es desinformar. ¡Recuérdalo!

3. Elige la frase que consideres más jugosa. Sí, esa que dictan tus instintos. Busca palabras clave en el discurso ajeno. "Inseguridad", "Crimen", "Soja", son todos buenos ejemplos de ella. Cualquier cosa alrededor de ella estará bien.