viernes, 18 de mayo de 2007

Una vieja nota de opinión

Aunque tiene apenas poco menos de un añito, esta nota de opinión que escribí para el taller de radio que nos daba Aliverti el año pasado me dio muchas satisfacciones (9 satisfacciones). ¿Se notará que está algo desactualizada? (Nótese el uso de la negrita y la cursiva sólo como índices de la inflexión de la voz.)

Que los medios de comunicación influyen en la forna que percibimos el mundo no debería resultar una gran revelación. Pareciera que la realidad se moldea todos los días en la tele, en los diarios, las revistas y la radio. Y digo pareciera, porque todo lo que no se refleja en los medios puede dar la impresión de no existir. ¿Qué determina entonces lo que aparece en los medios? El interés del público.

Todos sabemos que los medios son empresas, y que como tales no van a vender algo que nadie esté dispuesto a comprar. Así, cuando los espectadores de la realidad demuestran su atención sobre un fenómeno particular, los medios eligen no mostrar nada más.

¿Alguien se acuerda de la ola de secuestros express, cuando a los periodistas les preocupaba que Argentina fuera a convertirse en la próxima Colombia? ¿Alguien se acordará que secuestraron al papá de Pablo Echarri, o al pobre de Axel Blumberg? ¿Y del asalto al Banco Río de Acassusso, que parecía el robo del siglo? ¿O del fenómeno más reciente del ataque a los ancianos? Hoy nadie compraría nada de esto. Cuando el ojo del público se desvía, los medios acompañan. Así es como la gente, hoy, compra el mundial de fútbol de Alemania.

Algunos podrían decir que con el nacimiento de Internet y la llegada de la dichosa era de la información, podemos percibir mucho más que antes. Pero la era de la información no llegó para todos, Y a lo mejor los defensores de la televisión se animen a decir que con las mediciones de rating en tiempo real existirá una democracia en donde el público será capaz de determinar qué merece difundirse. ¿Quién puede pensar esto cuando un puñado de personas con los people meter de Ibope, la única empresa autorizada para fiscalizar la cantidad de público televidente, decide lo que verá la amplia mayoría? Seamos sinceros, ¿quién puede hoy afirmar que no será peor, cuando casi todos los programas de la televisión repiten esquemas exitosos y no se arriesgan a innovar?

La innovación lleva consigo el peligro de no gustar; el peligro de no gustar lleva a que el público se aleje; y sin público no hay auspiciantes, no hay empresas y no hay ganancias. Que las ficciones se manejan según esta lógica no es nuevo para nadie. De hecho, son el tema necesario de los programas de chimentos. Pero deberíamos acostumbramos a pensar que con las noticias pasa lo mismo,

Esta realidad televisiva tiene efectos sobre otra realidad. Los ojos del público, a través de los medios masivos, se posaron sobre los legisladores siempre ávidos de demagogia que destituyeron a Ibarra. ¿Alguien imaginaba otro desenlace? Y éste es sólo un ejemplo, como lo fue tiempo atrás el caso de las leyes Blumberg. Y quién sabe lo que depara el futuro.

Pero los medios están haciendo su negocio, como muchos otros. Y probablemente no los tendríamos que culpar a ellos. El problema creo que está en la gente que piensa con el estómago, en la gente a la que cuando una noticia se le vuelve pesada prefiere tomar un antiácido que hoy tiene cara de mundial. Habría que ver la forma que va a tener mañana.

1 comentario:

Sol! dijo...

¿La leí o la esuché en el programa de radio final? Creo que es más bien la última opción. Aunque no estoy segura.
Muy buena reflexión, niño.

Un beso.