Yo no sé por qué si uno se acerca a alguien y le dice "A mí me gusta robar bancos", y después "No, mentira, qué va, si yo soy un santo", el otro (muy posiblemente) va a pensar que eso es mentira y que uno es en realidad un ladrón de bancos, y además un mentiroso.
Me parece que la gente siempre piensa lo peor del otro. O por lo menos le gusta pensar eso. Desde un punto de vista lógico, más allá de que uno sea o no sea un ladrón de bancos, el que diga que lo es y después diga que no lo es, tiene un mismo valor de verdad. Es decir, puede ser igualmente cierto. Sobre todo si uno le dice esto a alguien que no conoce. Lo que digo no tiene mucho sentido si uno dice que es un ladrón de bancos y después lo niega, mientras tiene una bolsa de plástico llena de billetes en una mano y una pistola que todavía babea humito con olor a pólvora en la otra. Estoy hablando de cosas que no se pueden comprobar.
Si en la parada del colectivo le digo casualmente a un señor que voy a pagar con una moneda falsa y después le digo que es mentira, es probable que el señor piense que voy a pagar con una moneda falsa a pesar de lo que yo diga. Por todo lo que él sabe, si no ve ninguna moneda, es tan cierto que voy a pagar con una moneda falsa como que no lo voy a hacer. ¿Entonces por qué piensa que lo voy a hacer cuando lo niego? Porque la gente espera siempre lo peor de uno.
A lo mejor es como una especie de mecanismo de defensa ancestral en contra de la amenaza que puede representar un miembro de la misma especie, algo inusitado, extraño, improbable y casi imposible entre otros animales. O a lo mejor no. No: la verdad no creo que sea algo tan elaborado. Es algo más simple.
Pero me resulta curioso cómo funciona. Porque el tipo que dice que es un ladrón de bancos y después dice que no, es el mismo tipo. Y la lógica a veces no es lo primero que impacta al momento de hacer una interpretación del carácter ajeno. No aparece nunca una pregunta de tipo: "¿Por qué carajos me dice este tipo que es un ladrón de bancos?" o "¿Por qué carajos me diría un ladrón de bancos que es un ladrón de bancos?".
Me parece que la gente siempre piensa lo peor del otro. O por lo menos le gusta pensar eso. Desde un punto de vista lógico, más allá de que uno sea o no sea un ladrón de bancos, el que diga que lo es y después diga que no lo es, tiene un mismo valor de verdad. Es decir, puede ser igualmente cierto. Sobre todo si uno le dice esto a alguien que no conoce. Lo que digo no tiene mucho sentido si uno dice que es un ladrón de bancos y después lo niega, mientras tiene una bolsa de plástico llena de billetes en una mano y una pistola que todavía babea humito con olor a pólvora en la otra. Estoy hablando de cosas que no se pueden comprobar.
Si en la parada del colectivo le digo casualmente a un señor que voy a pagar con una moneda falsa y después le digo que es mentira, es probable que el señor piense que voy a pagar con una moneda falsa a pesar de lo que yo diga. Por todo lo que él sabe, si no ve ninguna moneda, es tan cierto que voy a pagar con una moneda falsa como que no lo voy a hacer. ¿Entonces por qué piensa que lo voy a hacer cuando lo niego? Porque la gente espera siempre lo peor de uno.
A lo mejor es como una especie de mecanismo de defensa ancestral en contra de la amenaza que puede representar un miembro de la misma especie, algo inusitado, extraño, improbable y casi imposible entre otros animales. O a lo mejor no. No: la verdad no creo que sea algo tan elaborado. Es algo más simple.
Pero me resulta curioso cómo funciona. Porque el tipo que dice que es un ladrón de bancos y después dice que no, es el mismo tipo. Y la lógica a veces no es lo primero que impacta al momento de hacer una interpretación del carácter ajeno. No aparece nunca una pregunta de tipo: "¿Por qué carajos me dice este tipo que es un ladrón de bancos?" o "¿Por qué carajos me diría un ladrón de bancos que es un ladrón de bancos?".
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