viernes, 27 de julio de 2007

Bases y condiciones

Vi que mi ISP organizaba un concurso literario de cuentos cortos, algo que en inglés sería como short, short stories. Muy short, como treinta líneas short. Si hay algo que yo no podía escribir era algo de treinta líneas y que se pudiera llamar cuento al mismo tiempo. El que busca en Internet puede encontrar cuentos que se precian de ser tal cosa y tienen unas quince líneas, o menos. Yo creo que el problema es el concepto, la idea que uno tiene de lo que es un "cuento". Y uno puede racionalizarlo y decir que es una historia breve, cierto. Pero otros pueden decir que no necesariamente se trata de una historia breve, que muchas veces un cuento es un fragmento de una historia, una especie de escena de algo mucho mayor. A veces la escena es la historia, que se infiere a partir de lo poco que se está contando. Y el concepto que uno tiene de lo que es un "cuento" naufraga en un mar de conceptos teóricos (algunos más que otros), hasta que no se sabe si algo de cinco líneas se puede llamar así.

¿Una lista de supermercado es un cuento? ¿Cuenta una historia? Esto es una excelente idea. Yo creo que sí, que una lista de supermercado puede contar una historia a partir de los artículos que se anotan, pero no sin ayuda de algo más parecido a una narración convencional que ponga en contexto las cosas que se van a comprar. Por ejemplo, el relato podría empezar listando algunos artículos básicos, como leche, huevos, manteca, harina, arroz, fideos, agua, jabón, polenta, esponja, detergente, virulana, papel higiénico, rollos de cocina, etcétera, hasta que aparecen en la lista cosas de otra naturaleza, como una pala, dos bolsas de tierra, veneno para ratas, sogas, querosén (o queroseno, según me dice el corrector ortográfico del Firefox mientras escribo). Y después, el relato puede incluir una escena de diálogo entre cónyuges libertinos que se recriminan cosas y pelean, donde incluso el hombre puede insistir en que su mujer no se olvide de comprar el vino, hasta que uno puede suponer que ella planea matarlo envenenándolo con veneno de ratas y enterrarlo en el jardín o en un descampado. Por supuesto que este es un ejemplo que se me ocurrió; construir un relato de esta manera, aunque fuera breve, llevaría bastante tiempo. Todo pasaría por la lista y las cosas que se compran, y habría que considerar el orden en que van a aparecer y qué cosas son, decisión que en el relato final servirá al lector para suponer quiénes son los personajes, dónde pueden vivir, con cuánta plata o instrucción (porque en esta época parecen ser cosas relacionadas o interdependientes) pueden tener, elementos que contribuyen a la suposición de lo que pasa y cómo terminan las cosas.

En ese caso, yo diría que eso sí es un cuento corto. Cosas de cinco líneas o ciento cincuenta palabras no son cuentos cortos. Aunque puede ser que yo sea cerrado e incapaz de pensar de otra manera cuando el mundo literario piensa otra cosa, o que no haya conocido todavía algo que dé la impresión de ser un cuento y al mismo tiempo sea muy breve.

Yo pensé que se trataba de un buen ejercicio, hacer algo de treinta líneas y que pudiera llamarse cuento. Creo que fue Mark Twain quien dijo una vez a un conocido: "Perdona que te escribiera una carta tan larga, pero es que no tuve tiempo para escribirte una más corta". Aparentemente esto es cierto: cuantas más palabras uno usa para escribir una idea (o casi cualquier cosa), peor escribe. Porque escribir es fácil, pero escribir bien, ser sintético, no repetir y demás, es bastante más difícil de lo que parece.

Los concursos literarios no son inspiradores, y menos uno ideado por el grupo Telefónica, que lo hace simplemente porque lo tienen los domingos a las doce de la madrugada, cuando la gente, a esa altura de la semana, regurgita la cena si ve un culo u otro estirado y brilloso par de turgentes tetas plásticas, al pobre de Juan Sasturain (a quien nunca leí) haciendo un programa sobre lo aparentemente maravillosos que son los libros y la lectura de algo más que la (sutil y poco cuestionada) palabra "Porn Star", estampada con lentejuelas en esa remera chiquita, ajustada y a punto de reventar que lleva puesta (nadie se explica cómo) el gato de turno. "Ver para leer". Así se llama el programa, y parece hecho o para chicos (porque todos los chicos están despiertos a las doce de la noche de un domingo), o para estúpidos disléxicos que necesitan ver cositas de colores y una historia burda de trama estúpida para engancharse con el programa, que, con sus buenas intenciones (o a pesar de ellas), pretende hablar de libros que no son ni El código Da Vinci (que invadió los subtes y los colectivos), ni los otros esperpentos que serán las novelas menos conocidas del gurú Dan Brown, o de las bobadas asiáticas de autoayuda (y argentinas también) que plagan las "góndolas" de las librerías y los supermercados.

A quienes pretendían participar no se les garantizó que el jurado que leería estas obras brevísimas no estuviera compuesto por un semi selecto grupo de telemarketers con secundario completo. El sitio del concurso es este. Aproveché el ofrecimiento que me llegó por correo, e hice algo acorde con la consigna, un buen ejercicio de escritura.

"El ORGANIZADOR se reserva el derecho de excluir del Concurso aquellos cuentos que sean difamatorios, racistas, ofensivos, que atenten contra el ORGANIZADOR, la moral y las buenas costumbres, afecten el buen nombre y honor o los derechos de terceras personas o contraríen la legislación vigente o que afecten derechos de propiedad de terceros."

Después de leer las bases y condiciones se me ocurrió una idea. Al día siguiente, me tomé treinta minutos y escribí lo que sigue. Es muy tentador escribir algo que atente contra la "moral y las buenas costumbres".

Malena aplaudió fuerte, chocando tres veces las manos de dedos redondos agarrotados por la imbecilidad.

—Basta —le dijo la madre—. Ahora vamos a esperar al doctor.

Se sentaron en unas sillas de plástico. No había nadie más esperando, y en la sala, excepto Malena y su madre y cuatro sillas de jardín, gastadas y blandas, flexibles y a punto de quebrarse por el uso, había sólo dos puertas: una daba a la calle y otra al consultorio. En las paredes no había cuadros, afiches o fotos. Ni siquiera una ventana. Malena buscaba con la mirada alguna revista, o un libro para colorear, como siempre que iba al médico. Pero no encontró nada. La austeridad del lugar daba la terrible impresión de que pertenecía a alguien que recién había llegado o que estaba a punto de irse. La madre supuso que el ascetismo del doctor era más bien el de alguien que estaba preparado para mudarse rápido, y que por eso tenía pocas cosas para llevarse, o lamentar dejar detrás de sí en la urgencia de un exilio forzado e imprevisto.

Malena tenía hambre.

—Chupetín —le pide a la madre.

—El doctor dice que ahora no podés comer nada.

La madre secó con un pañuelo la saliva en las comisuras de la boca de Malena. Ella se agarró del vientre. Desde hacía tiempo sentía una molestia extraña, como un calambre antojadizo de esos que le daban si comía muchos caramelos.

—Me duele.

—El doctor te va a curar. Ya vas a ver. El doctor te va a sacar el dolor de panza.

Una mujer vieja de sonrisa dulce y manos envueltas en guantes de goma asomó la cabeza por la puerta entreabierta del consultorio.

—El doctor está listo para la nena.

La madre se puso de pie y tiró del brazo de Malena, que empezó a hacer un berrinche y ahora se estancaba en la silla y pataleaba.

—¡No! ¡Mamá, no! —gritaba, y se babeaba más y más, y la madre se avergonzaba y tiraba con fuerza de la manito de dedos gordos agarrotados por la imbecilidad.

—¿Todo bien? —preguntó el doctor desde el consultorio.

—Sí —dijo la madre—: es que no le gusta ir al doctor.

El médico sonrió.

—No te va a pasar nada —le dijo a Malena.


4 comentarios:

Sol! dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sol! dijo...

Dos cuentos, dos links:

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí” (Augusto Monterroso)

“For sale: baby shoes, never worn” (micro-relato de Ernest Hemingway)


http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-3755-2007-04-16.html

http://quientehavistoyquientelee.blogspot.com/2007/05/menos-es-ms-micro-relatos.html


Y un beso.

Vera F dijo...

está re bueno tu cuento.

hay una colección d mcirorelatos de autores latinoamericanos (creo) q se llama algo así como "dos veces bueno". son varios libros, y tienen un montón d cosas copadas.

hay uno d un dragón q t qería dejar, pero no lo encontré para postearlo. capaz q en otro momento.

saludos

Nahuel dijo...

Gracias por los comentarios. La verdad es que me hacen falta, porque todavía estoy terminando otro texto para taller, y me estanco bastante fácil cuando tengo que cerrar un escrito cualquiera, sobre todo éste. Y veo todo lo que me falta de edición, y me pongo peor. Así que estos comentarios me inyectan un poco de pila para seguir escribiendo.

PD: los cuentos que están en el sitio de "Ver para leer" son im-pre-sio-nan-tes. Parecen bien propios de los televidentes. Si alguno pasa por acá y lee esto, tiene tiempo para perder, muchas neuronas para quemar y ganas de levantar la autoestima con la desgracia ajena, entonces merece una visita.