martes, 22 de enero de 2008

Syriana

Hoy volví a ver "Syriana" por segunda vez (lo que quiere decir 3 veces). La primera fue en DVD, la segunda creo que en VHS, y la tercera en Cinemax esta noche. No voy a hacer una crítica de la película. Estoy escuchando la radio, así que no puedo escuchar gente hablando y escribir, así que esto va a ser breve.

Primero: la película es muy complicada. Hoy la tuve que ver sentado en el borde de la silla, los cinco sentidos metidos dentro del televisor, y siendo la tercera vez, después de haberla visto en otras dos oportunidades y de haber leído la sinopsis en Wikipedia, la entendí bien. Completamente, sin tener cabos sueltos. La primera vez, bueno, vaya y pase. Uno no está sobre aviso de las dificultades y entreveros de la trama. La segunda, uno presta atención, o cree que presta atención, porque evidentemente no fue la necesaria si queda algún cabo suelto. La tercera vez no falla.

Rogert Ebert, un crítico estadounidense que parece ser una eminencia (digo parece ser porque veo que es considerado como tal, pero yo no sé si la cosa sea tan así, y no porque lo haya leído y esté siendo despectivo, sino porque no lo conozco tan bien como para decir si es o no es una eminencia), dice, con un buen criterio, con tan buen criterio que uno quisiera tomar como propio lo que dice, de tan cierto, que no es necesario entender completamente la complicada trama de la película, porque los propios personajes, que encarnan lugares ocupados por personas en el mundo real, tampoco entienden bien en qué están metidos. Porque los entreveros del mundo real están muy entreverados de verdad, y uno no sabe quién es quién, ni qué quiere en realidad, y todo eso. ¿Por qué tengo que entender yo, espectador, lo que ellos mismos (los personajes) no son capaces de entender? Eso es lo que dice, no sic.

Segundo: En un plano muy cerca del final de la película es a Matt Damon, y no su a personaje, que se le cae un teléfono celular al asfalto hirviente de una ruta al bajarse de una camioneta 4x4. Y digo es a él y no a su personaje porque el incidente no revela una necesidad dramática sino un accidente real que transcurrió durante la filmación del plano. Cuando pasan estos imprevistos, el director o los actores suspenden el rodaje de la toma, o se filma hasta el final y se repite la toma, y en edición se reemplaza por una toma sin accidente.


Lo Primero es muy importante, porque dice "al carajo Syd Field", más o menos. Estéticamente, la desorientación espectatorial tiene una importancia que, lejos de impedir el goce fílmico, lo vigoriza. Parecería ser que el metarrazonamiento involucrado en darse cuenta que uno no tiene que entender todo lo que pasa, porque así uno disfruta más de algo que no entiende por completo (entiendo que no tengo que entender), funciona en un manojo de espectadores. Las cosas que tienen que entenderse en "Syriana" se entienden perfectamente. Ebert dice que tal vez no entienda "cómo todo está relacionado", pero que sí logra comprender las cosas que pasan. Y cuando pasan cosas como "Syriana", algunos cerebros, probablemente no los del promedio, tienen orgasmos intelectuales.

(Voy a poner como interpretante una opinión que sí es una crítica. En la película "Bringing Out the Dead", una de las obras menos conocidas de Martin Scorsese, Nicholas Cage interpreta a un paramédico hastiado que está empezando a perder la razón. En el hospital donde deja los contusos que pasea en su ambulancia, hay un policía afroamericano que siempre tiene puestos unos aviadores Ray-Ban, en plena guardia, en plena noche. Y en la sala de emergencias del hospital, todos están descontrolados de una manera inverosímil, y un enfermo esposado a una camilla, o a una reja, pero esposado al fin, pide agua a los gritos. Uno ve esa escena y piensa que eso no es normal, y que hasta parece ridícula, o, bien dicho, inverosímil. Esa es la gracia. Es inverosímil. Pero no creo que se deba a un error del realizador, del vestuarista, de los productores o de los actores. El personaje de Nicholas Cage está perdiendo la razón. El policía, como la sala de emergencias descontrolada, no parece ser más que una realización estereotipada de lo que se suponen que son los policías malos, o las alborotadas guardias de los hospitales públicos. En los ojos del espectador, el policía y la sala de emergencias se ven "raro", como los ve igual de "raros" el personaje de Nicholas Cage en su desorientada imaginación sin criterio ni cordura. Así, muchos vieron la película y le dieron malas críticas. Otros no tanto. Ebert es uno de esos que hablan bien, pero no dije nada que él haya dicho. Cuando te das cuenta de que no estás viendo algo "literal", el goce estético es mayor. Porque sos capaz de "leer" en la obra de ficción audiovisual, más de un nivel, por encima de un nivel. El literal es idiota, inverosímil; el profundo, el estereotipado a propósito, es estético. Es como una especie de metalenguaje incrustado en la película.)

Lo Segundo es importante en términos del verosímil audiovisual, por lo menos desde donde yo lo estoy viendo. No hay nada que aparezca en una obra de ficción audiovisual que no esconda detrás una pesada necesidad dramática. A nadie se le traba la lengua cuando habla, a nadie se le olvida lo que estaba diciendo durante una conversación, a nadie se le cae un teléfono celular, y cuando la heroína tose, no es un resfriado. Es tuberculosis, neumonía, SIDA, muerte. No hay risa sin razón, o déjà-vu. Ahora, yo diría que es porque la gente fue acostumbrada, película tras película paradigmática, como diría Syd Field, a leer entre líneas todo lo que pasa. Y todo lo que pasa, pasa por una razón. ¿Por qué mostraríamos en una película cosas que pasan sin razón, como en la vida real? ¿Por qué habría la heroína de la obra tener un resfriado un día, y no otro? Cuando la gente está acostumbrada (adiestrada) a ver, en todo lo que ve en una pantalla fluorescente o en una tela iluminada, que todo lo que pasa sucede por una razón, ya no pasan cosas sin razón. Yo creo que mostrar las cosas que suceden sin razón bajaría los personajes del éter actoral a un mundo más verdadero, más identificable con el espectador, y, por lo tanto, sus actuaciones, y su mundo ficcional, serían más verosímiles. Pero cuando pasan cosas como esa, cuando un celular se cae al suelo, distrae la atención. El perro olfatea el aire y se pregunta: ¿por qué cayó ese celular? Inmediatamente, la atención se va a otra parte, y menos permanece donde debería, en la obra de ficción audiovisual.

Breve.

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